Paysandú, Martes 20 de Abril de 2010
Opinion | 14 Abr Sin dudas que uno de los sectores que más sufre los problemas de la inseguridad es el de los taxímetros, por cuanto por la propia naturaleza del servicio deben circular frecuentemente por barrios problemáticos, zonas alejadas o simplemente en horas de la noche transportando gente que es difícil saber qué intenciones reales tiene. Es por esto que la Intendencia, haciéndose eco de la inquietud de las gremiales del taxi implementó algunas medidas de que de acuerdo a sus impulsores, dan cierto margen de seguridad al chofer en caso de ser víctima de un atraco. Entre ellas está la obligatoriedad de instalación una luz azul en el techo del vehículo, que el chofer la enciende ante cualquier situación sospechosa para que sus compañeros de tareas que lo vean, sepan que deben estar prontos para apoyarlo.
La idea en sí luce apropiada pero difícil de poner en práctica. En primer lugar, porque para que funcione el coche en emergencia necesariamente debe de cruzarse con otro taxi que la advierta, cosa que no es cien por ciento seguro que ocurra durante la madrugada en barrios periféricos. Por otra parte, si el delincuente se llega a percatar que el chofer encendió la señal de alarma –por ejemplo por un reflejo sobre el capot blanco o en la vidriera de una casa o comercio-- existe la posibilidad de que reaccione con violencia. Además, es sabido que los delincuentes siempre encontrarán la manera de lograr su objetivo haga lo que se haga. Sin ir más lejos, en Montevideo se llegó al extremo de bloquear puertas, instalar peligrosas mamparas, vidrios eléctricos controlados solo por el conductor, alarmas silenciosas por radio o GPS, y aún así siguen sucediéndose robos y hasta asesinatos de choferes. Lo que hay que evitar entonces es tentar al diablo, eliminando el dinero en efectivo en el vehículo. Hoy la tecnología permite cobrar a través de cualquier teléfono celular, Internet móvil o lectores de tarjetas de crédito por red inalámbrica. Bastaría entonces con hacer el convenio que sea necesario con una compañía de celular, que por ejemplo acredite el importe del viaje a la factura del cliente, o con la tarjeta de alguna financiera, y sustituir de ese modo el billete por una transacción electrónica. Es algo a lo que ya los uruguayos estamos habituados, cada vez que en cualquier comercio de barrio hacemos una “recarga” del celular.
Con esto no solo solucionamos el problema de los robos a los taxistas –también se puede extender a los ómnibus-- sino que mantenemos la calidad del servicio al no limitar espacios y comodidades a los pasajeros con mamparas y todo eso que ya probaron sin éxito los montevideanos. De otra forma, seguiremos llorando víctimas mientras vemos como los delincuentes encuentran la forma de hacerse un magro botín.
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