Paysandú, Miércoles 21 de Abril de 2010
Opinion | 16 Abr De acuerdo a un informe del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, en base al seguimiento de un grupo de estudiantes desde 2003, el llegar a estudios universitarios es menos dificultoso para los estudiantes de liceos privados que para los liceos públicos. El estudio de los doctores en Sociología Marcelo Boado y Tabaré Fernández, de acuerdo a lo informado por el diario El País, indica que las universidades privadas reclutan a los que tuvieron mejores desempeños, la Universidad de la República a los alumnos promedio y los que tienen calificaciones más bajas o debajo del promedio, suelen volcarse a institutos de formación docente.
El rector de la ORT, Jorge Grunberg, comentó al respecto que “uno espera que a formarse como docentes vayan personas con altos niveles de aprendizaje y motivación. La profesión docente es de particular importancia porque es decisiva en la formación del capital humano de las nuevas generaciones”. Sub rayó asimismo que la carrera docente está poco valorada, en especial a nivel de Secundaria, un aspecto que tiene diversas causalidades, pero que se enmarca indudablemente en una problemática muy compleja, donde a la vez hay realimentación de factores y hasta prejuicios que vienen desde tiempos inmemoriales, sin dejar de tener en cuenta el panorama general de degradación de valores en la sociedad.
Por lo demás, tampoco corresponde formular evaluaciones tremendistas sobre una realidad que nadie puede ignorar, y que en nuestro país tiene que ver también con la determinación de prioridades por los jóvenes y los fuertes cambios que se han registrado en la sociedad y en el mercado laboral, pese a que todavía tiene vigencia la vieja disposición a ver concretado el sueño de “m’hijo el dotor”. No es para asustar a nadie, además, que las orientaciones se decanten en base a la escolaridad y capacidad de los estudiantes, donde además del alto componente de vocación o preferencia, también debe tenerse presente que no todos tenemos las mismas capacidades, virtudes y defectos, por cuanto cada uno debe reconocer sus propias limitaciones y capacidades, así como valorar el grado de satisfacción económica y oportunidades laborales que derivarán tras la culminación de los respectivos estudios.
Debe evaluarse en este contexto que como en todos los órdenes de la vida también en el plano de los estudios hay éxitos y fracasos, en gran medida por los factores apuntados, y que pese a que se proclame como una gran conquista la gratuidad de los estudios universitarios, para cualquier estudiante, pero sobre todo para los del Interior, resulta muy costoso cursar la educación terciaria, lo que no es el caso de los estudiantes montevideanos.
No puede obviarse que ante las dificultades, más allá de la vocación, cada uno, ante sus limitaciones y/o aspiraciones, opte por volcarse hacia donde cree que puede encontrar una salida laboral en determinado tiempo, buscando inmediatez en la solución. Así, uno de los datos que revela el informe aludido señala que “dentro de las pocas cosas que se registran, se sabe que la inscripción en el Instituto de Profesores Artigas (IPA) está integrada por un cincuenta por ciento que primero eligió la Universidad de la República, fracasó y después se volcó a la formación docente”.
Hasta no hace muchos años, a modo de ejemplo, se daba un “filtro” tras la salida de Primaria, cuando de acuerdo al rendimiento del alumno y sus posibilidades de tener éxito en los estudios, se podía derivar al adolescente al liceo o a la UTU, donde podía aprender oficios ante sus escasas perspectivas en otros estudios de formación académica.
Con el tiempo, y sobre todo a partir de la universalización del Ciclo Básico, esta dicotomía tiende a reducirse y se han registrado cambios significativos en la capacitación y perfil del egresado, apuntando a un mercado laboral que tiene otras exigencias y sin perder de vista la complementariedad con cursos terciarios para atender una demanda de técnicos en áreas que se han desarrollado significativamente y que ofrecen un amplio campo de oportunidades.
La educación evidentemente plantea grandes desafíos, que no se satisfacen con un mayor presupuesto, como siguen planteando porfiadamente los gremios. El Uruguay se debe una profunda discusión del tema con todos los actores involucrados, que es la sociedad misma, y muy lejos de las parodias de las asambleas copadas por los gremios de las que salió la actual ley de educación, que no atiende ninguno de sus grandes problemas.
Pero será en todos los casos un proceso largo, que debe partir de diagnósticos certeros y no de enunciados, para actuar realmente sobre las causas y no sobre supuestos.
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