Paysandú, Miércoles 21 de Abril de 2010

Consensos para el desafío demográfico

Opinion | 17 Abr Ante un lento pero inexorable cambio demográfico, que tiene su mayor manifestación en países desarrollados, en Uruguay tenemos un perfil similar pero a la vez con ingredientes propios de nuestro subdesarrollo, que resultan factores condicionantes que acortan los plazos en cuanto a la evolución de su realidad socioeconómica.
El envejecimiento de la población mundial efectivamente conlleva una serie de desafíos y condicionamientos para los cuales no existen respuestas que puedan encasillarse en una receta única, a medida que varían con el escenario en cada país, pero naturalmente, el caso de Uruguay se encuadra en las que tienen mayores urgencias debido a sus serios problemas estructurales.
Tampoco es posible revertir este proceso demográfico, que responde a la evolución de una sociedad que ha cambiado sustancialmente, y determina que deban atenderse consecuencias y manifestaciones de este escenario, con características propias para cada país y/o región del mundo.
Uruguay sin dudas presenta los dos aspectos más problemáticos de este escenario, ante un envejecimiento poblacional por baja tasa de nacimientos y una mayor expectativa de vida similar a los países desarrollados, pero a la vez con una economía que tiene las vulnerabilidades y falencias de los países subdesarrollados.
Las naciones del tercer mundo, contrariamente al Uruguay, tienen una alta tasa de nacimientos y su promedio de población es más joven, lo que indica que no tienen los perfiles que condicionan a nuestro país como consecuencia de su escenario demográfico.
De acuerdo al pronóstico de población de organismos internacionales, la media de edad para todos los países crecerá de 29 años en la actualidad a 38 para dentro de cuatro décadas y para 2050 el 22 por ciento tendrá más de 60 años, pero este porcentaje trepará al 33 por ciento en los países desarrollados y seguramente también en Uruguay donde -- como en el primer mundo-- una de cada tres personas estará jubilada y casi una de cada diez tendrá más de ochenta años.
Este escenario indica que gradualmente, con el paso de los años, habrá serias consecuencias económicas, sociales y políticas por esta causa, lo que indica la necesidad de diseñar e incorporar desde ya políticas para hacer frente al problema con la debida disposición y sobre todo antelación, dentro de la relatividad del término, por cuanto este no es un proceso que haya comenzado hoy y ya deberían haberse adoptado acciones a tono con el desafío.
Nuestro escenario comprometido de envejecimiento poblacional acompañado de subdesarrollo y economía muy condicionada por problemas estructurales, conlleva algunos problemas relacionados que ya han comenzado a manifestarse y que se están agudizando en cada coyuntura económica adversa, cuando la sociedad en su conjunto dispone de menos recursos para atender su seguridad social, entre otros aspectos.
Es que existe notoriamente una mayor presión de aportes sobre los sectores productivos y la masa laboral para poder sostener el esquema de prestaciones, y a la vez también hay más requerimientos de recursos para volcarlos a la salud y esparcimiento con destino a sectores de la tercera edad, en un esquema que irá retrogradando si no se adoptan correctivos a tiempo.
Esta presión en recursos e infraestructura ya es problemática en economías sanas y ricas, como las de los países desarrollados, pero en naciones como Uruguay, de no encararse políticas que estén a tono con este desafío, nos encontraremos cada vez con mayores dificultades para responder a las necesidades del nuevo esquema poblacional.
Y las respuestas no las puede dar un solo partido o un gobierno por sí solo, sino que deben surgir de los actores políticos en franco intercambio de ideas y aportes con sectores representativos involucrados en el tema, pero sobre todo asumiendo cada uno sus responsabilidades y eventualmente resignando intereses propios en aras del supremo interés general. Para ello, quienes se sienten en la mesa de diálogo deben acordar un diagnóstico lo más aproximado posible de la realidad, con un análisis concienzudo de la situación, para generar acuerdos con vistas a encarar políticas de Estado que hasta hoy han estado ausentes, lamentablemente, por cuanto se han atendido urgencias y llevado las cosas como se pueda, pero sin una visión de futuro que a esta altura ya se ha tornado impostergable asumir.


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