Opinion | 17 Abr En la coalición de izquierdas han reaparecido fuertes contradicciones en cuanto al tratamiento de temas del pasado reciente y es indudable que el común denominador de estos conflictos es que existen grupos radicales que se niegan a dar vuelta la página y avanzar, aprendiendo de los errores.
En los últimos días estos grupos han trancado la iniciativa del presidente José Mujica respecto a promover una ley que permita que los violadores a los derechos humanos de la época de la dictadura de avanzada edad puedan cumplir sus penas con prisión domiciliaria.
La propuesta tronchada del mandatario debe ser valorada en su real dimensión, desde que proviene de una persona que en su momento, en la década de 1960, en plena vigencia de la democracia, tomó la decisión equivocada de alzarse en armas contra el régimen constitucional, sufrió prisión y condiciones de severidad extrema de reclusión de los militares, y sin embargo con el paso del tiempo considera que es hora de tender puentes, de los gestos de conciliación y no de la venganza.
Esta postura ha sido rechazada de plano por varios sectores y es así que la bancada frenteamplista indujo al mandatario a dar marcha atrás para evitar una fuerte división interna, lo que ha dejado en blanco al presidente y puesto de relieve que su idea, además de no ser bien recibida, no fue siquiera consultada hacia adentro de su fuerza política.
Paralelamente, también en forma inconsulta grupos radicales han lanzado una nueva ofensiva para eliminar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, pese a que fue ratificada por la ciudadanía en el plebiscito simultáneo con las últimas elecciones nacionales. En esta instancia, la idea no es anularla, como en aquella oportunidad, sino “eliminarla”, una figura jurídica inexistente y tan fuera de lugar como la anterior, pero con el mismo propósito de sus promotores.
Y este objetivo, como en el caso anterior, es un lastre para el país, para cerrar heridas y abordar los desafíos del futuro con otra perspectiva, aprendiendo del pasado para no repetirlo, pero sin quedar anclados en él.