Paysandú, Miércoles 05 de Mayo de 2010
Locales | 30 Abr Lejos de todos los servicios, pero en contacto permanente con la naturaleza, a Anatanasildo “Bocha” Cabillón no le importa el hecho de vivir sin las comodidades de la ciudad. Tiene 83 años y es un hombre acostumbrado a la soledad. Todos los días se levanta a las 4 de la mañana y anda por los campos.
Su vida es de entrega y dedicación y siente orgullo de sentirse un hombre de campo. Nació en Guayabos, concurrió a la escuela 51, es jubilado rural, pero cuando mozo fue tractoreo y tropeó como cualquier baqueano. En su familia fueron 15 hermanos y como algunos dicen en estos casos “en tiempos en los que las fábricas de hacer gurises funcionaban a turno completo”. Al mediodía, cuando visitamos a don Anatanasildo – en su casa de Sauce del Queguay abajo – estaba haciendo un humeante guiso en una clásica cocina de hierro.
El aroma que se desprendía de la cacerola invitaba a quedarse un poco más de la cuenta. Un juguetón perro barbilla y un gatito muy venido a menos, nos recibieron confirmando con sus movimientos, que allí todos éramos amigos.
Del relato de este vecino, nos enteramos que llegó a Sauce del Queguay abajo el 15 de agosto de 1938. Su padre era puestero de Aceves en la estancia “El por qué no”. Luego un tal Almirón arrendó el campo y se tuvieron que marchar en busca de otros horizontes. El día de la mudanza la lluvia fue muy intensa y el camino los demoró un poco más. Junto a su padre, en un carro de pértigo cargado con gallinas y dos carros con muebles llegaron a Sauce del Queguay.
“Mejor día no pudimos haber elegido para mudarnos, porque llovía impresionante”. Don Anatanasildo hace 25 años que vive en la zona y nos cuenta que la casa se la construyeron en 40 días. De joven trabajó unos 32 años en lo de Terra. Fue cocinero y preparó comidas para una considerable cantidad de gente y siente orgullo al recordar que muchos fueron quienes probaron y saborearon sus platos caseros.
En sus comentarios en todo momento quedó claro que como hombre de campo, jamás viviría en una ciudad.
Ama el campo y no rechaza su condición de vivir absolutamente solo, demostrando autosuficiencia, encarando cada día con la vitalidad de siempre, acompañado por un pequeño gato y un perro, a los que el llama sus amigos.
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