Opinion | 02 May La muerte de una niña de once años que viajaba en una camioneta de transporte de escolares en un lamentable accidente ocurrido en Montevideo, llama la atención sobre la falta de seguridad con que viajan los niños.
La ley nacional de tránsito obliga a utilizar el cinturón de seguridad en todos los vehículos para todos los pasajeros, pero los transportes de larga distancia no los usan y la mayoría de las camionetas de transporte de escolares tampoco (amparadas en una ley posterior que prorrogó por seis meses la obligatoriedad hasta tanto estuviera pronta la reglamentación).
Consultado sobre estos aspectos, el presidente de la Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev), doctor Gerardo Barrios, dijo en un programa de radio El Espectador que “hay que reglamentar todo lo que tiene que ver con la propia ley” y que eso significa establecer qué tipo de cinturón de seguridad, con qué tecnología, bajo qué normas, deben utilizarse.
Resulta claro también que además de reglamentar habrá que controlar eficazmente, sancionar incumplimientos y trabajar en la concientización de la gente para que exija a las empresas las medidas de seguridad adecuadas.
La tarea no será sencilla, desde que muchos padres que conducen vehículos tampoco parecen priorizar las seguridad de sus hijos. Y lo que es peor, el 90% de los adultos no sabe cuál es la forma más segura de viajar para un niño.
De acuerdo a cifras de la Fundación Gonzalo “Gonchi” Rodríguez, a través de estudios particulares y una encuesta realizada por Factum, sólo el 1% de los niños viaja seguro en los vehículos, con Sistemas de Retención Infantil verificados (más conocidos como “sillitas”) mientras que el 73% lo hace completamente suelto. Por otra parte, más del 60% de las “sillitas” que se venden en Uruguay no indican cumplir con ninguna norma técnica reconocida.
En definitiva, se trata de un tema complejo que requiere su reglamentación urgente, así como un mayor interés por parte de los padres para comprender su real importancia sin llegar al extremo de que nos golpee la realidad en una de sus formas más duras: la muerte de un niño en un accidente.