Paysandú, Lunes 10 de Mayo de 2010
Opinion | 03 May Las severas condicionantes que tiene nuestro país en materia energética y sobre todo la inmediatez de las necesidades han marcado el derrotero de improvisaciones que se han puesto de relieve a lo largo de las décadas, con una apuesta a la impulsión por derivados del petróleo que se arrastra desde la época del crudo barato, hasta que a partir de 1974 --cuando se triplicaron los precios y se creó la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)-- el insumo se encareció drásticamente y ha crecido en el peso de nuestras importaciones energéticas.
Desde entonces se han sucedido avatares que han marcado cada vez con mayor énfasis la necesidad de apostar a energéticos de fuentes alternativas, sobre todo de origen renovable, y en este contexto se está en camino, a partir de la aprobación de la Ley de Biocombustibles, que apunta fundamentalmente a elaborar sustitutivos para la mezcla con gasoil o naftas, es decir el biodiesel y etanol, en base al procesamiento de cultivos agrícolas.
En este caso se puede llegar sin problemas a porcentajes del orden del 20 por ciento, lo que dependerá de la capacidad de producción de las plantas y sobre todo del abastecimiento de materia prima, desde que por lo general se trata de semillas que compiten con la demanda para la alimentación, y por lo tanto para el productor existen mayores atractivos en base a los precios que se pagan en los mercados internacionales.
Una cosa distinta es el GNC, gas natural comprimido, del que nuestro país carece, como así también del petróleo, con la diferencia de que su utilización para impulsor de vehículos automotores es muy ventajoso si se tiene en cuenta que existen firmes posibilidades de contar con abastecimiento regional desde países como Bolivia, que tiene amplia disponibilidad, e incluso de Chile --donde en breve habrá excedentes--, a la vez de contar con buena oferta de otras naciones productoras.
No debe perderse de vista que el vehículo a nafta requiere una pequeña adaptación para el uso a GNC y dejarlo dual, es decir para consumir gas natural o nafta, y que en Uruguay, más precisamente en Paysandú, contamos con el gasoducto subfluvial de Casa Blanca, que lleva una década de instalado, a un costo del orden de los doce millones de dólares, sin que haya sido utilizado hasta ahora por dificultades de disponibilidad y precios en la Argentina, cuando las expectativas apuntaban a construir una central termoeléctrica para consumo interno y con la perspectiva de incorporar una megacentral para la exportación a Brasil.
La precariedad del proyecto, pero sobre todo la imprevisibilidad de Argentina, ha hecho que este instrumento siga enterrado e improductivo, aunque la oferta boliviana de suministro de gas natural a precios ventajosos sigue en pie, y a la vez Chile estará en pocos tiempo en condiciones de exportar el energético.
Pero claro, en ambos casos siempre estaremos dependiendo del uso del gasoducto argentino para llegar hasta el Uruguay, lo que indica que el factor de imprevisibilidad sigue vigente y es un elemento condicionante que debe ser tenido en cuenta a la hora de concretar acuerdos para el uso del caño, desde que precisamente está fresco todavía el caso de la situación de Chile, que vio interrumpido el suministro del gas argentino en pleno invierno. Ello generó una crisis energética que fue determinante para que el país trasandino desarrollara un proyecto de recomposición de su esquema energético, que incluyó la construcción de centrales regasificadoras que permiten el almacenaje de gas que se importa por barco desde varios países.
Esta debe ser precisamente la apuesta de Uruguay para el gas natural, como fue en su momento la propuesta formulada por un empresario sanducero al gobierno anterior, que no fue tenida en cuenta y que apuntaba a instalar una planta regasificadora en base a la experiencia en países centroamericanos en los que tiene presencia la compañía internacional que representa.
Una planta regasificadora, que figuraría en los planes de la actual administración de gobierno, nos daría una amplia gama de posibilidades de suministro, es decir tanto a través del gasoducto como por el abastecimiento con barcos de ultramar e incluso mediante el transporte de gas natural boliviano por la hidrovía Paraguay-Paraná mediante barcazas cisterna. Ya el contar con gas natural competitivo, además de diversificar y mejorar el perfil de nuestra matriz energética, contribuirá a la viabilidad del uso del GNC automotor, donde el gran obstáculo ha sido además la urgencia de recaudación del gobierno de turno a través de Ancap, por lo que es fundamental que se diseñe un esquema tributario racional que permita que el parque automotor esté en condiciones de hacer uso de esta opción de energético barato de amplia disponibilidad en la región.
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