Paysandú, Jueves 13 de Mayo de 2010
Locales | 08 May Cuatro hermanos, junto a su madre, trabajan para continuar el camino que durante más de 40 años transitó el principal del hotel Plaza, uno de los íconos de la hotelería sanducera. Emplazado a una cuadra de plaza Constitución, en uno de los edificios más antiguos de Paysandú, este hotel recibe permanentes innovaciones, aunque con las limitaciones de ser un edificio declarado de patrimonio histórico. “Nuestro hotel tiene capacidad para 86 personas, con 35 habitaciones habilitadas de las 50 que hay”, dijo a EL TELEGRAFO Jorge Martínez, uno de sus principales, junto a sus hermanos Fernando, Oscar y Marcelo, y su madre Alejandra Steciuk, “que con sus 78 años sigue viniendo todos los días al hotel”.
Más requerimientos
Explicó que “los requerimientos, sobre todo de los viajeros que son los clientes de todo el año, son mayores, piden confort, aire acondicionado, instalamos también servicio de wi-fi en todas las habitaciones, y contamos con garaje interno con capacidad para diez autos”.
Se está trabajando en habilitar las restantes habitaciones que tiene el hotel, para lo cual, “por ejemplo, las habitaciones tenían aire acondicionado convencional, se cambiaron y se puso split, que es mejor, más silencioso y más económico”.
También se innovó “poniendo calefones a energía solar. Esto da un mejor servicio, porque todas las habitaciones tienen calefón eléctrico, que tienen la limitación de la cantidad de agua que se puede disponer. En una casa, una persona se baña con unos 40 litros de agua mezclada fría y caliente, pero en un hotel gasta 110 litros. Entonces buscamos un mejor servicio, estudiamos poner calderas, lo que era una reforma muy importante, o poner calefones solares en el techo, que alimentan los calefones eléctricos ya con agua caliente, y la persona que se baña puede usar lo que quiera, que siempre tiene agua caliente”.
Alto costo de mantenimiento
Sin embargo, estas inversiones implican un importante costo para la empresa hotelera. Y en este caso, “por tener estas características y ser un edificio de muchos años, el costo de mantenimiento es alto. Mientras un hotel nuevo tiene una persona para mantenimiento, nosotros tenemos tres todos los días, porque requiere un trabajo permanente”.
Uno de los problemas que tienen en algunas habitaciones, es “el ruido de la calle, sobre todo las motos sin silenciador. Estamos preocupados por eso, aunque parece que la Intendencia no lo está tanto, porque lo permite”. Sin embargo, están trabajando en la disminución de esos ruidos, para lo cual analizan la instalación de ventanas antirruidos que “cuestan 600 dólares cada una”. El edificio fue declarado como “Patrimonio histórico”, y fue construido en 1827.
“Este fue el primer liceo privado del interior del país, se construyó para eso; después sufrió algunas transformaciones, la última fue para el hotel Ferrer, que estuvo hasta 1968 cuando lo compró mi padre, en aquel momento con intenciones de demolerlo. Pero gestiones de la Intendencia y una campaña del propio diario El TelEgrafo, se autorizó para remodelarlo como hotel, manteniendo la estructura original, lo que nos lleva muy buen dinero anual para mantenimiento. Lo que hacemos es remozarlo, manteniendo la estructura y la fachada”.
Una de las últimas reformas internas fue acondicionar el salón de la esquina de Zorrilla y Leandro Gómez, donde había un comercio, y se hizo porque “si bien no tiene un cometido muy funcional, porque es un lugar de reunión, y los viajeros vienen, usan su computadora, es un área de muchos metros cuadrados que no se justificaría. Pero le ha cambiado la cara al hotel, es una vidriera para los turistas que pasan, y ha sido muy importante”.
Heterogeneidad en clientes
Los clientes del hotel son “muy heterogéneos”, según Martínez. “Acá paran médicos que vienen a trabajar a Comepa, gente que trabaja en Ancap, en AmBev, viajeros, no tenemos un padrón definido”. Sin embargo, reconoce también que aumentó el número de técnicos que vienen a alguna de las fábricas locales.
Pero hay algo, un “nicho de mercado” que el hotel aprovechó. “Es la posibilidad de salir de la habitación más tarde, porque en general se sale a las 10. Pero como tenemos la proximidad de la iglesia y el juzgado a una cuadra, trabajamos con mucha gente que viene por casamientos y fiestas. Y como tenemos buena capacidad, se aglutinan los invitados que vienen de otros departamentos y participan de la fiesta, que terminan tarde. Habilitamos este sistema para que puedan salir a las 14, acomodando nuestro personal de manera que ellos puedan descansar, y no deban salir a las 10”.
Otro de los servicios que han pensado para captar clientes, “y se lo digo aunque después pueda haber otros que nos imiten”, aclaró, “es que a nuestros clientes que vienen en ómnibus los vamos a buscar a la terminal y los traemos sin cargo, y ha sido un buen gancho”.
Pero además de las mejoras edilicias y el servicio de remise, Martínez dijo que para atraer y mantener clientes “hemos capacitado a nuestro personal. Por ejemplo, aunque yo digo que está sub valuado su trabajo en relación a su capacitación, tenemos una licenciada en marketing que trabaja en la recepción, y nos ha ayudado mucho con los detalles, y también gente que se preparó para estar en la recepción porque hay que saber recibir a un turista”. Mencionó un caso reciente, con turistas estadounidenses y australianos, con quienes se habló inglés, “pero nuestro personal también habla portugués”. Dijo que “también las mucamas hicieron cursos específicos, porque la atención a la gente es lo más importante.”
el huevo y la gallina
“Con respecto a turismo, el tema es claro, no es el juego de la gallina y el huevo, primero tiene que haber estructura para que el turista venga. Pero también se necesita otra estructura que tiene que aportar el gobierno, en nuestro caso la Intendencia, dando las condiciones para que el turista venga”.
Entiende que el esfuerzo es mayor, “a diferencia de Salto, que tiene las termas al lado de la ciudad. En Paysandú, hoy, el turismo es prácticamente una pasada. No hay turistas que vengan, porque no hay eventos, el único es la Semana de la Cerveza y tenemos que comer todo el año, no se puede dar una vaca para comer en una semana y después estar a churrasquitos”, dijo gráficamente.
Entiende que “si se hicieran cosas como para que haya una permanencia durante todo el año”, los resultados generales serían mejores.
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