Paysandú, Sábado 15 de Mayo de 2010
Opinion | 11 May Las elecciones departamentales recientemente realizadas y todavía con alguna incógnita a despejar en departamentos como Florida, dan paso a un sinnúmero de reflexiones que seguramente pueden en muchos casos estar teñidas de subjetividad propia de la pasión política de los dirigentes y ciudadanos de mayor adhesión partidaria, pero igualmente surgen lecturas claras e inevitables para un observador objetivo de la realidad.
Evidentemente ha quedado de relieve que las elecciones departamentales presentan un escenario abiertamente distinto a las nacionales, y que es cada vez más marcada la independencia del elector para dejar atrás el mentado voto “cautivo” y ser proclive a la evaluación del voto útil a efectos de incidir en la elección que le interesa, tanto para pronunciarse a favor de determinado candidato como para cerrarle el paso a quien no quiere que resulte elegido.
Esta es en gran medida la esencia del denominado balotaje o segunda vuelta electoral incorporado a las elecciones nacionales, pero que no rige para las departamentales, por lo que se genera un “efecto balotaje”, que se ha dado claramente en departamentos como Paysandú y Salto, con trasvase recíproco de votos colorados y nacionalistas que han operado para evitar una victoria del Frente Amplio en algunos puntos del país.
Ello da la pauta de que más allá de las adhesiones o simpatías partidarias, de las convocatorias de dirigentes a votar dentro del partido, el ciudadano, que es más inteligente que lo que muchos dirigentes piensan, da prioridad a ser partícipe de la suerte de su departamento antes que a la preservación de la estructura partidaria, y que llegado el caso le importa mucho más cerrarle el paso a quien no quiere como intendente que sacar un edil más o un edil menos en determinado partido.
Y es saludable que el ciudadano del Interior, sobre todo, reniegue del “efecto heladera” que se da en Montevideo, donde existe un “núcleo duro” que parece dispuesto a votar a cualquier candidato que lleve la camiseta partidaria --aunque sea un desconocido-- y tenga una apertura mental que le permita salir del corsé del voto cautivo para elegir al candidato que entiende es el más calificado para conducir los destinos del departamento.
En Paysandú sin dudas operó el “voto útil”, que permitió revertir las tendencias que indicaban las encuestas –que fueron muy pocas y algunas inexistentes, incluso sin la debida continuidad para percibir hacia donde se iba inclinando el electorado-- y muchos ciudadanos fueron decantando su opinión hacia determinada opción, en este caso contra el oficialismo departamental, con la consecuente sorpresa para muchos que pensaban hace tiempo que estaba todo definido de antemano.
El soberano se pronunció a favor de un cambio de orientación en el gobierno departamental y este mensaje debe ser asumido en toda su magnitud tanto por los derrotados del momento como por los triunfadores, porque significa que la ciudadanía tiene su propio modo de pensar y no sigue a ningún partido cual rebaño de ovejas.
Y en momentos en que el departamento confirma que va a tener un cambio de conducción, la reflexión que se impone es que el dirigente político, el gobernante de cualquier partido debe tener siempre presente los intereses del departamento y del ciudadano, empezando por aventar ese carácter “refundacional” de los partidos cuando asumen el poder que descarta por malo todo aquello que tenga el “nombre” de un adversario solo porque no fue concebido por el nuevo gobierno. Esto solo puede significar atraso y postergaciones para el departamento, y en Paysandú tenemos sobrados ejemplos de ello, como en las termas de Guaviyú que por no seguir una línea continuista de inversiones durante varios períodos hoy está relegada al lugar de la Cenicienta en el circuito termal del Litoral. Estos elementos ponen de relieve, sin dudas, que un gobierno departamental necesita políticas que trasciendan una administración, con rumbos claros en áreas clave, como la búsqueda de la inversión para el desarrollo departamental, el cumplimiento de determinadas metas en acciones específicas, como la caminería, la vialidad, el alumbrado, la recolección de basura, por citar acciones básicas, pero también con planificación de determinadas obras de mayor aliento, tanto de carácter urbanístico como logístico, sin descuidar el apoyo a políticas de vivienda, que sean la equivalencia a las políticas de Estado de un gobierno nacional.
Y para ello, además, el sistema político necesita un baño de madurez, a efectos de buscar acuerdos de ancha base en la Junta Departamental, tendiendo puentes a la oposición y dando espacio a los valores del pelo político que sean, para asegurar al ciudadano que el siguiente gobierno no vendrá con espíritu revanchista tan perjudicial para el ciudadano y dar así una señal de madurez que hasta ahora muchas veces ha estado ausente por intereses partidarios.
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