Paysandú, Sábado 22 de Mayo de 2010

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Cambia, todo cambia

Locales | 16 May Soy Elsa, quien de la muerte volvió a la vida. Esta es mi historia: tuve una serie de dolores de cabeza y una gran depresión, así comenzó este largo camino que voy a contar. Traté con muchos médicos del Hospital Escuela de Paysandú. Psiquiatra, traumatólogo (dado a que cada vez se me hacía más difícil movilizarme), endocrinólogo, y así unos tantos más supieron atenderme. Hasta que un buen día que estaba muy mal me diagnosticaron Mal de Alzheimer. Rápidamente comenzó mi decaída. Tenía episodios en los que ni siquiera hablaba, sólo estaba postrada en mi cama y la única función que me diferenciaba de una persona fallecida era mi respiración. Mi familia me bañaba, me daba de comer en la boca, por supuesto usaba pañales geriátricos, me levantaban y acostaban ellos. A las incansables consultas de mi esposo e hijos, los médicos respondían que ya estaba el diagnostico realizado y que ya no había más nada para hacer. Lo único que faltaba hacerme era una tomografía (la cual fue solicitada encarecidamente por una de mis hijas en una de las tantas idas al servicio de urgencias y negada por el médico de guardia). Y así seguí “visitando” el servicio de urgencias con mis fuertes dolores de cabeza y mi estado deprimente; no depresivo.
Fue gracias a Dios que el Dr. Lamarca se cruzó en mi camino un muy buen día del mes de febrero. Mis hijas me llevaban en una silla de ruedas por el pasillo del Hospital cuando el nombrado médico conoció a una de ellas y le preguntó qué hacía allí. Mi hija le relató mi caso y sólo con ver mi forma de sentarme y un ojo, el cual se me caía el párpado, me diagnosticó un tumor en la cabeza. Por supuesto que mandó hacer una tomografía y efectivamente el Mal de Alzheimer se convirtió en meningioma (tumor en la cabeza). Inmediatamente hizo una llamada al hospital de Tacuarembó y agendó una hora al otro día con el Dr. Álvaro Villar.
Así fue que al otro día el Dr. Villar nos estaba esperando, nos explicó la situación y había que estabilizarme antes de la operación. De hecho surgió la llegada de una máquina en esos días al Hospital, por la que, con gusto esperé 8 días. Fue el 4 de marzo del corriente año que fui operada con gran éxito, salvando así mi vida. En cuestión de días me salvaron la vida que en 4 años en nuestro Hospital no lograron hacerlo.
Ahora la pregunta es la siguiente a los doctores del Hospital Escuela del Litoral: ¿cómo recupero 4 años de vida perdidos? El último año vivido, estaba postrada en una cama, inmovilizada, no tenía conciencia de nada, todo me lo han contado. Mi muerte iba a ser por un infarto cerebral y no por el Mal de Alzheimer.
Hoy con mis 54 años, doy gracias a Dios y a esos dos médicos por haberse cruzado en mi camino (antes de haberlo finalizado injustamente) y haber podido cambiar mi diagnóstico. Por suerte cambia, todo cambia.
CI. 3.659.521-7.


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