Opinion | 17 May Uruguay tiene un 68% de software pirata, cuya utilización generó unos 40 millones de dólares de pérdidas durante el período 2008/2009, según el estudio publicado por la Business Software Alliance (BSA) y realizado por International Data Corporation (IDC) a nivel mundial. No obstante, la instalación sin licencia en computadoras personales cayó un 1% respecto al 69% del año anterior.
Según informó “El País”, a pesar de este gran porcentaje de software ilegal, Uruguay es uno de los países de América Latina que mejor combate el uso ilegal de productos informáticos. En la actualidad se ubica 11º en una lista cuyo primer puesto ocupa Venezuela con el 87% del software pirateado y cierra Colombia con 55%. Pero Uruguay está muy lejos aún de los mejores puestos a nivel mundial. Estados Unidos, Japón y Luxemburgo mantienen las tasas más bajas de piratería con cifras que van entre el 20 y el 21%.
El estudio indica que los esfuerzos de BSA para recudir el robo del software en Uruguay son de vital importancia. Una tasa de piratería del 68% está todavía lejos de lo aceptable. Según estima la IDC, por cada 100 dólares de software legal vendido en 2009, otros 75 dólares fueron de software pirata.
Muchos usuarios consideran, erróneamente, que todo el software es gratis, descargable y copiable, y eso afecta negativamente tanto a las empresas de software pago como a las de libre. Además, la población debe considerar que no vale la pena el uso del software pirata, sobre todo, cuando hay una alternativa legal, libre y económica. El software libre es aquel que una vez obtenido puede ser usado, copiado, estudiado, modificado y redistribuido libremente.
La información está disponible para todos. Existen diversas web que tienen como objetivo brindar el conocimiento necesario y así incrementar la competitividad de las organizaciones públicas o privadas, a través de servicios de tecnologías de información vinculadas con el ámbito del software libre.
El mayor obstáculo, como en muchos otros temas, es crear conciencia sobre el impacto que genera nuestra decisión personal al instalar un software.