Paysandú, Miércoles 26 de Mayo de 2010
Opinion | 21 May Para este año se ha anunciado por el Ministerio de Industria, Energía y Minería, en coordinación con UTE, la instrumentación de un nuevo Superplan, de similares características al que pusiera en marcha una década atrás el organismo bajo el eslogan “Use todo eléctrico”, solo que ahora la intención es a la inversa: reducir el consumo mediante la utilización de aparatos más eficientes.
No estamos por lo tanto ante el mismo perro con diferente collar, sino que en esta ocasión la iniciativa persigue objetivos diametralmente opuestos a la original, que fue concebida para competir con el gas natural, entonces de inminente ingreso al país.
En aquella oportunidad, a través de un acuerdo para la financiación bancaria, UTE ofreció la compra de electrodomésticos a sus clientes, pagaderos hasta en 24 cuotas, que se descontaban junto con la factura mensual. De esta forma se vendieron en todo el país miles de acondicionadores de aire, estufas, heladeras y lavarropas, entre otros artículos, que en muchos casos formaron parte de un recambio de viejos electrodomésticos pero en otros posibilitaron que familias pudieran acceder en cómoda financiación a determinados aparatos de la denominada “línea blanca” de los que carecían.
En aquel entonces la idea era competir y no perder espacios en el mercado ante el nuevo energético que causaba furor, y por lo tanto, lejos de preocuparse por la disponibilidad de suministro para atender la demanda adicional –que no parecía peligrar en absoluto--, el eje de la propuesta era tener clientes cautivos para venderles electricidad en un presente y un futuro que era amenazado por la irrupción del gas.
Pero el aumento de la demanda en años subsiguientes no fue acompasado por un crecimiento del parque generador, y mucho menos aún basado en energías renovables, por lo que hemos llegado a un presente comprometido para atender los picos del invierno y el verano a través de la generación hidráulica, en tanto seguimos dependiendo del petróleo para la generación térmica y la electricidad que ocasionalmente compramos a los países vecinos se nos cobra a precio de oro.
Y aunque está todavía en proceso muy incipiente la incorporación de generación por biomasa, así como por energía eólica, que son las de mayor potencial, la proyección de su aporte a mediano plazo no es muy significativo debido a que tampoco se ha estimulado debidamente la inversión en este campo por UTE y el Ministerio de Industria, al punto de que las licitaciones se han formulado por escasa potencia y han demorado mucho más de lo que indica el sentido común si es que realmente se quiere avanzar por este camino.
Por lo tanto el nuevo Superplan pretende ser un complemento en este esquema de notorio desfasaje entre oferta y demanda, desde que se apunta a un recambio de los viejos aparatos por equipos de última generación, los denominados Clase A, que tienen mejores prestaciones que los antiguos y con un consumo menor, lo que va en la línea de la búsqueda del ahorro energético.
En este caso, mediante la incorporación de equipos Clase A, así como promoviendo mejoras en el revestimiento de paredes de los hogares con aislaciones térmicas como la espuma de poliestileno y yeso, recambio de burletes, y alentando la instalación de equipos de precalentamiento de agua por energía solar en un país donde la mayor parte del año hay abundancia de horas de sol, es posible abatir sensiblemente los requerimientos energéticos en hogares y empresas, lo que implica una sensible economía ante el alto costo de la electricidad, a la vez de aliviar las urgencias de UTE y del país en épocas de crisis de generación.
Otras acciones que van en el mismo sentido están comprendidas en la ley 18.585, de promoción de la energía solar térmica, la que concede exoneraciones para la fabricación, implementación y utilización de este tipo de energía, en tanto impone normas de construcción a hoteles, centros de asistencia de salud, clubes deportivos, edificios públicos y emprendimientos industriales. Es por lo tanto bienvenido este nuevo giro en las políticas de UTE, que sumado a las demás acciones concretas en procura de una mayor eficiencia energética significarán un gran ahorro de divisas para el país de las próximas décadas. Pero no hay que olvidar que el crecimiento de un país productivo está directamente condicionado por la oferta de energía a precios económicos, por lo que aún si todos estos proyectos resultaran exitosos, será imprescindible continuar aumentando la producción de electricidad al menor precio posible. Y hasta el momento, ningún plan trazado en este sentido siquiera se acerca al crecimiento de la demanda proyectado.
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