Paysandú, Viernes 28 de Mayo de 2010
Opinion | 28 May “Seguimos con cifras muy altas, a pesar de las medidas que se tomaron”, reflexionó el presidente de la Comisión Nacional de Zoonosis, Dr. Ciro Ferreira, al señalar la frustración que surge entre la realidad y los datos que esta comisión esperaba evaluar tras los relevamientos efectuados respecto a la incidencia de la hidatidosis en nuestro país.
El jerarca tenía cifradas esperanzas de que se estuviera en condiciones de anunciar números auspiciosos respecto al control de esta zoonosis, cuyo vector es el perro que es alimentado con achuras crudas, y por lo tanto un flagelo prácticamente circunscripto a las áreas rurales.
Ocurre que si bien las zonas del interior profundo de la campaña son las que revelan un mayor índice de infección, no puede decirse que la enfermedad no existe en zonas periféricas de las ciudades y centros poblados, debido a que estamos todavía ante un proceso de emigración desde el campo a las ciudades, y los otrora pobladores de campaña también suelen trasladar sus costumbres a las zonas periféricas en las que habitualmente se radican.
No debe perderse de vista que en el Uruguay la hidatidosis es de carácter endémico simplemente –y nada menos-- porque hay irresponsabilidad y resistencia a adoptar costumbres básicas elementales que evitarían la transmisión del parásito al perro, y lo que es peor, no se trata de desconocimiento sino de falta de conciencia respecto a la importancia de hacerlo rutinariamente.
Ocurre que este problema no es nuevo ni mucho menos en el Uruguay, sino que se arrastra desde siempre, y este es precisamente el factor preocupante, porque las acciones que se han encarado para combatirlo han resultado insuficientes, pese a que es una enfermedad que en teoría es fácilmente prevenible.
Ferreira indicó que en el medio rural hay entre 7.000 y 10.000 personas que han desarrollado quiste hidático y no lo saben, lo que es un dato preocupante si se tiene en cuenta que la patología solo puede ser combatida con cierto grado de eficacia y confiabilidad si se detecta precozmente.
Con este fin la Comisión Nacional de Zoonosis ha adoptado desde hace unos dos años la instrumentación de una campaña de detección precoz del quiste hidático en el medio rural, mediante una tarea con ecógrafos móviles que recorren localidades y zonas de campaña donde se estima existe una mayor cantidad de grupos de riesgo, y ello ha permitido detectar que, contrariamente a lo que se creía, hay una prevalencia importante de la enfermedad, que se manifiesta incluso en niños.
Paralelamente, en los últimos tres años la comisión ha instrumentado campañas de castración con alcance a 80.000 canes, a lo que se han agregado las ecografías y la dosificación con la medicación que asegura que el can no vuelva a reinfectarse hasta 45 días después, aunque se le siga suministrando achuras crudas.
La castración es un elemento muy positivo, sobre todo para limitar la población de perros callejeros, y las acciones que se han desarrollado con este fin, como es el caso de Paysandú, en coordinación con la Intendencia Departamental y el Ministerio de Salud Pública, han permitido cortar parcialmente el ciclo reproductivo apuntando a una tenencia responsable de canes, aunque todavía resta mucho por hacer, porque sobre todo debe encararse en forma sostenida para que pueda tener resultado significativo en la población de perros vagabundos en el mediano y largo plazo.
La incidencia de hidatidosis en la población es del orden del 1,5 al 2 por mil, según surge de las campañas para detección ecográfica practicadas en todo el país, tratándose de un guarismo que no ha descendido en la medida que se esperaba por los factores apuntados y que pone de relieve que hay un “núcleo duro” de la población, como ocurre con las normas de tránsito, como en las acciones de prevención contra el dengue, que es “inmune” a la concientización y sigue haciendo de la desaprensión y la irresponsabilidad una parte indisoluble de su forma de vida.
En el caso de la hidatidosis esta actitud es agravada por el hecho de que más del 60 por ciento de la población uruguaya tiene perros, por lo que basta con que un pequeño porcentaje actúe de la forma desaprensiva en que lo hace para que el riesgo se multiplique y amenace hasta a las personas que no conviven con canes y son receptoras de la irresponsabilidad manifiesta de otros.
Y ello es indicativo de que hay todavía mucho por hacer, muchas barreras invisibles que derribar y un duro trabajo de concientización y difusión por delante, para revertir un panorama que plantea grandes desafíos y un esfuerzo sostenido para hacer que las cosas cambien.
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