Paysandú, Jueves 03 de Junio de 2010
Opinion | 29 May La perspectiva diferente que genera inevitablemente el ejercer el gobierno de un país, cuando debe priorizarse el interés general por encima del sectorial, partidario y hasta ideológico, llegado el caso, explica las reflexiones que a partir de asumir el cargo el 1º de marzo formula a menudo el presidente José Mujica, que lo ha distanciado en varias ocasiones de posturas sindicales tan radicalizadas como históricas en nuestro país puestas de manifiesto por la central Pit Cnt.
Esta está constituida fundamentalmente por las corporaciones de funcionarios públicos, que precisamente son las más radicalizadas, simplemente porque el estatuto de funcionario público les otorga privilegios como no poner nunca en juego su empleo por paros, cualquiera sea su extensión, y porque el organismo en el que prestan servicios jamás correrá el riesgo de desaparecer como sí ocurre con una empresa privada.
En la oposición, como estuvo el Frente Amplio desde 1971 hasta 2004 --con el interregno de la dictadura cívico-militar— se respaldó prácticamente en un todo estas movilizaciones, en el marco de un proceso acumulativo de fuerzas que lo llevó finalmente al poder.
Desde el gobierno, empero, la visión ha cambiado, porque se ha asumido la responsabilidad inherente al ejercicio del gobierno, que pasa en gran medida por ponderar situaciones y asumir que la razón no está toda de un lado, que hay muchos intereses muy legítimos en juego, y porque además los voluntarismos muchas veces llevan a perjudicar más que a nadie al presunto beneficiario.
Así, Mujica ha ganado duras réplicas de los sindicatos por recordarle a los funcionarios públicos que en su gran mayoría son privilegiados a los que sostiene la sociedad toda con sus aportes, y que seguir sumando beneficios a jornadas de trabajo donde muchas veces solo se está dejando transcurrir el tiempo mirando el reloj hasta la hora de salida, con días perdidos en feriado tras feriado y paros, son puntos en contra para el país y para la propia imagen de quienes participan en este juego perverso.
No puede extrañar entonces que mal que les pese a los sindicatos creados para defenderlos, en uso de un derecho inalienable, los conceptos vertidos por Mujica son compartidos por la enorme mayoría del país e incluso por gran parte de los trabajadores privados de a pie, esa masa silenciosa que no se ve representada por las cúpulas sindicales radicalizadas. Ante el aumento de la conflictividad laboral que se registró por estos días, en su audición radial “Habla el presidente” el mandatario reclamó una “visión más íntegra y madura” de la sociedad para resolver los enfrentamientos coyunturales que suelen dejar “resaca”. Sostuvo que “los conflictos hay que hacerlos negociables y darle salida”, al tiempo que pidió “preocuparse” por el día después de los enfrentamientos que pueda haber en cualquier espectro de la sociedad.
Para el presidente, el clima de confrontación “pasa por episodios” y reaparece en determinadas situaciones coyunturales, lo que provoca que se “envenene la sociedad”. Agregó que su planteo no implica “abdicar a los derechos o la libertad”, sino que se trata de “entender que todo tiene límites y que obviamente si estamos sólo para ganar y perder, nos olvidamos que los conflictos son coyunturales y por encima de ellos, lo más real de una sociedad es convivir”.
Sobre todo sentenció que “hay alguna gente que no quiere nada, el sueño es vivir de conflicto en conflicto. Hay temperamentos fanáticos a los que nada les viene bien, pero la marcha de una sociedad no es fanática. La marcha de una sociedad no puede ser otra cosa que la lucha por la convivencia, tratando en todo lo posible de aumentar los escalones que hacen más digna la vida, la existencia”.
Sostuvo paralelamente que “es muy difícil cuantificar” lo que se pierde por cada día feriado o franco que existe, lo que se enmarca en su iniciativa de promover un decreto que tiende a igualar la situación de públicos y privados en materia de feriados, desde que el mandatario considera que se pierden muchos días en el marco de las festividades inventadas para el asueto en la actividad oficial.
Por su lado, el director nacional de Trabajo, Julio Baráibar, entre otros conceptos definió de “brutal” la medida del gremio de Conaprole que está afectando la distribución de leche a tal extremo que altera las exportaciones y pone en riesgo mercados, por defender a un funcionario desleal que entregaba mercadería sin facturar. El jerarca evaluó que lo que hace el gremio con esta medida es contribuir a “hundir el barco” en el que navega, concepto que por obvio no necesita interpretación. Basta recordar los últimos tiempos de la ONDA, aquella mega empresa de transporte “infundible” que desapareció en 1991 víctima de un gremio intransigente en la defensa de sus “legítimos derechos”. Cuando su fiel público se hartó de los paros y los desplantes, ya nada pudo salvarla y los principales perjudicados fueron precisamente los trabajadores que el gremio pretendía defender. Y este es el punto que ha faltado a la cita a la hora de evaluar situaciones, para asumir que capital y trabajo son socios indisolubles para la generación de riqueza, para su justa distribución y mejora de la calidad de vida, en el marco de la convivencia a que se refería Mujica, por encima de los fanatismos y fundamentalismos que se nutren del caos.
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