Paysandú, Viernes 04 de Junio de 2010
Deportes | 31 May Omar González (50) reflotó su pasión por la natación hace apenas siete meses y, a decir verdad, no le ha ido nada mal. Es más, este sanducero radicado hace más de dos décadas en España, se probó a sí mismo que se puede volver al ruedo con éxito pese al paso de los años y de la inactividad.
Y para muestra sobra un botón: González ha ganado varias medallas de oro en torneos internacionales de la categoría Master, y ha clasificado para ser de la partida en el próximo Mundial.
Este “gallego” por adopción volvió a la natación casi de casualidad, después de haber sido uno de los sanduceros protagonistas de una década de oro en la natación sanducera, como la fue la de los ’70. Producto de una cantera increíble que orientó el profesor Wilfredo Raymondo, y que estuvo luego bajo la batuta de otro recordado, Felipe Vidal, hoy González palpita con el deporte de sus amores.
“Viví una década maravillosa junto al ‘Polilla’ Samurio, que vivía a la vuelta de mi casa; también con Richard Ferragut, Carlos Scanavino –que era más pequeño--, las mellizas Peroni y Alejandra Pizorno. Mucha gente maravillosa. Todavía tengo los recortes de EL TELEGRAFO, en aquella época me sacaban fotos en la puerta de mi casa luego de haber marcado los récords nacionales en pecho, estilo que es el mío”, recuerda González.
Radicado en España por motivos laborales, el pechista que hoy representa al Club Benidorm de la ciudad de Alicante, estuvo alejado del deporte durante mucho tiempo.
Pero la vuelta a la competencia en serio estaba esperando, más allá de que –como él mismo lo admite-- todo se dio por casualidad. “Surgió todo por accidente. Había vuelto a nadar una vez a la semana luego de mucho tiempo, con el objetivo de desestresarme y cuidarme un poco, hasta que un día un tío se acercó y me dijo que tenía técnica para nadar”, recuerda.
“Estuve 28 años sin hacer ejercicio, y ese día este tío me dijo que tomaría mi tiempo sobre 25 metros. Cuando terminé, me preguntó: ‘Vó, ¿cuánto hacías cuando tenías 20 años?’. Y le contesté: ’11.4’. ‘¿Sabés cuánto pusiste ahora? ¡12 segundos!’. Y ahí empezó a hacerme el coco después de pedirme que integrara el equipo Master del club. Así empezó todo”.
Atrás quedaron los hasta 14.000 metros que llegó a nadar por día en su mejor época. Pero hoy, los 6.000 diarios no son nada despreciables. “Empecé en octubre del pasado año y en el primer torneo le gané a 40 tíos de 35 años. Y empezaron a decirme que entrenara en serio, cosa que hice. El primer campeonato fue el de España y salí 10º, pero a tres segundos del tercero. Y me dije: puedo estar perfectamente tercero si quiero”, aseguró.
Una esperanza mundial
Luego llegarían más competencias, e incluso antes de federarse compitió con un nombre falso, en una anécdota que despierta risas. “Faltó uno de los integrantes del equipo y me dijeron que lo reemplazara. Así que de mañana era Juan Pérez y de tarde Víctor Hernández”, recuerda entre sonrisas.
Después sería tiempo de participar en “el campeonato de la Comunidad Valenciana, en el que logré la medalla de oro. Luego hicieron un torneo autonómico, el más grande, y accedí a otra medalla. Ahora se viene otro el 19 de junio, y por los tiempos que he visto espero poder estar arriba”.
Si bien González afirma ser modesto con sus pretensiones deportivas, afirma que nadar a esta altura de su vida “me levanta el ego y la autoestima, y me pone contento”. Pero los desafíos están a la vuelta de la esquina. Ahora será tiempo de afrontar el Mundial Master que se llevará a cabo a partir del 27 de junio en Suiza.
“Si estoy entre los mejores 40 o 50 del Mundial, sería impresionante. Cuando fui al Open que se disputó en Mallorca me tracé la meta de estar entre los 20, y resulté ser primero”, afirmó el deportista, que a los jóvenes 50 años y después de mucho camino sin tirarse a la piscina, quiere seguir sorteando desafíos.
Y además de su ilusión, llevará a Suecia una bandera del Club Remeros, al que sigue llevando en el alma pese a la distancia. Porque, en definitiva, González sigue teniendo el corazón los colores del club de la costa. “Los recuerdos son los que me dan fuerza. Y le debo todo al Remeros, donde aprendía nadar”, señaló.
"LE DEBO TODO"
“Le debo todo al Club Remeros, donde aprendí a nadar y viví momentos imborrables de mi vida. En aquel tiempo salíamos a Buenos Aires y ganábamos, íbamos a Montevideo y ganábamos. No había un solo club del río Uruguay que pudiera superarnos. ¡hasta llegaron a echarnos de un par de torneos porque de lo contrario no tenía gracia!; si competíamos los demás tenían que pelearse por ser segundo o tercero”, recuerda entre risas González.
Desde aquella década de los ’70, “no he escuchado que se haya ganado tanto. Las mellizas Peroni eran campeonas sudamericanas; Oscar Samurio se cruzó hasta el Canal de la Mancha; Scanavino fue décimo en el mundo… Eramos buenos a nivel local y nacional y era todo un récord tras otro, un campeonato tras otro”.
Pero todo era esfuerzo. “Era un sacrificio tremendo, nadie nos regalaba nada. Al lado de la piscina, en esa especie de depósito, teníamos nuestra sala de musculación: la habíamos hecho nosotros y los papás que eran albañiles”, aseguró.
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