Paysandú, Lunes 07 de Junio de 2010
Opinion | 06 Jun Aunque estamos en una situación que no es nueva, sino que refiere a un proceso que se arrastra ya desde hace años, por fin el Poder Ejecutivo ha acusado recibo del escenario y ha trascendido desde esferas oficiales que se anunciarán la semana próxima medidas para defender la competitividad de la producción nacional ante la apreciación del peso, que en lo que va del año se valorizó 1,06% respecto al dólar, tras un alza de 24,06% en 2009, la mayor de las últimas tres décadas.
El presidente, José Mujica, reflexionó recientemente a propósito del tema y explicó que Uruguay “ha tenido que pagar una millonada de intereses tratando de incidir hasta donde puede para que la moneda (estadounidense) no se devalúe más. No tenemos que ponernos en la siesta complaciente de que este fenómeno se vaya a mantener indefinidamente porque sí”, añadió.
“Y en los próximos días, el gobierno --que no tiene recursos mágicos frente a estos fenómenos, pero mucho menos puede hacerse el distraído, el desentendido-- tendrá que discutir y tomar medidas que traten de incidir en este fenómeno, manteniendo, luchando por mantener la competitividad fuera de la región todo lo que se pueda”, afirmó el mandatario.
Asimismo reconoció que el fenómeno “crea problemas crecientes” para este sector, aunque subrayó el buen momento económico por el que está pasando Brasil y cómo eso beneficia a Uruguay en materia comercial, pero con buen tino, consideró que lo que denominó “caer en la ‘brasildependencia’” es peligroso y un factor adicional de vulnerabilidad.
Pues esta película ya la vimos, y no hace mucho, desde que en 1999, cuando Brasil era por lejos el principal destino de nuestras exportaciones, de un momento a otro decidió una maxi devaluación de su moneda y dejó el tendal de empresas uruguayas a la vera del camino, con toda su producción sin mercado, y ello las llevó a un quebranto económico financiero que provocó la desaparición de muchas de ellas y la consecuente pérdida de fuentes de trabajo, preparando el terreno para la peor crisis de la historia del Uruguay en 2002.
Mujica indicó que la próxima semana el equipo económico hará público un conjunto de medidas dirigidas a mejorar la capacidad de “vender en el mundo exterior más allá de Brasil”, y sentenció que “aunque nosotros no vendemos mucho a Europa, algunos de nuestros mejores clientes sí venden”, a la vez de alertar que la crisis europea “llena de incertidumbre” porque si las economías de la Unión Europea realizan un ajuste, tarde o temprano el mismo “repercutirá de alguna manera en el comercio mundial”.
Estos elementos han sido puestos en la mesa ya desde hace largo tiempo por EL TELEGRAFO, y señalábamos además que no era buena política seguir apostando “a que los zapallos se acomoden solos en el carro”.
También puntualizábamos que pese a que el gobierno lo ha negado sistemáticamente, estamos ante un “atraso cambiario” y una consecuente inflación en dólares, que implica que aumentan los costos internos pero a la vez a la hora de vender, cuando esa moneda se traduce a pesos, pierde poder adquisitivo, y ello afecta la rentabilidad de las empresas.
Pero es notorio asimismo que no es solo un problema de relación cambiaria, la que es una parte importante del problema, pero atada a otros factores. Si en forma paralela se atacaran decididamente los costos internos que conlleva gestionar una empresa, la situación podría más o menos sobrellevarse.
El presidente de la Unión de Exportadores, Alejandro Bzurovski, al comentar el anuncio del mandatario, dijo que el sector espera con “expectativas” las medidas que implementará el gobierno. “Están en línea con lo que venimos diciendo nosotros de la pérdida de competitividad. Al bajar el dólar, lo que está afectando son las exportaciones y se está perdiendo competitividad y rentabilidad”, dijo.
Al respecto, ciertamente la competitividad y la rentabilidad no dependen sólo del precio del dólar; es sabido que entre los factores determinantes están los salarios, la carga tributaria y la energía, todos los cuales han crecido en estos últimos años como si la bonanza que vivimos hasta hace muy poco fuera a durar para siempre. Ahora resulta difícil encontrar un punto de equilibrio, cuando el Estado demanda más y más recursos para financiar su propia ineficiencia, los salarios solo pueden crecer y la energía sigue siendo cara e importada. Uruguay tampoco tiene recursos para incidir en forma permanente en el valor de la moneda americana en base a volúmenes de compra, como se intentó hacer –con nefastos resultados— cuando se desató la crisis en 2002, en que había “flotación” controlada del dólar. Por todo esto, parecería que el único camino posible es el de mejorar la ecuación del Estado y con el ahorro que se logre, darle más aire al sector privado. Los antecedentes en este sentido son bastante desmoralizadores, por cuanto cada vez que hubo algún peso “de sobra” lo que se hizo fue inventar un buen motivo para gastarlo, y encima comprometer a futuro los nuevos ingresos. Pero somos optimistas en la sinceridad del presidente, cuando manifiesta que por fin habrá una reforma sustancial en el Estado que él dirige.
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