Paysandú, Lunes 07 de Junio de 2010
Opinion | 07 Jun Los seis mil millones de dólares que tienen ahorrados los trabajadores en sus cuentas individuales al cabo de catorce años de funcionamiento de las Administradoras de Fondos de Ahorros Previsionales (AFAP) son una muestra clara del éxito de la iniciativa que llevó a la reforma de la Seguridad social de 1996, la que incluyó la incorporación de estos órganos en un sistema previsional mixto.
Pese a que el Frente Amplio se opuso en su momento a esta reforma y a la creación de las AFAP, cuando llegó al gobierno cambió su visión crítica y el entonces presidente Tabaré Vázquez hizo oídos sordos a los grupos corporativos, liderados por el Pit Cnt pero también integrados por sectores radicales de la coalición, que por motivaciones ideológicas reclamaron que se eliminaran las administradoras de fondos previsionales.
Pero claro, una cosa es levantar determinadas banderas cuando se está en la oposición, que son buenos réditos electorales y otra cosa es sostenerlas en el gobierno, cuando en este caso debe priorizarse la gestión de gobierno y el interés general por sobre otras circunstancias.
Y lejos de intentar siquiera revisar el sistema de seguridad social, la Administración Vázquez, con buen tino, y pese a las presiones de estos grupos, sostuvo a las AFAP tal y como estaban funcionando, en el marco de este sistema mixto por el que coexisten los ahorros individuales y el régimen denominado de solidaridad intergeneracional, que en los hechos es ni más ni menos que “patear la pelota para adelante” en el entendido de que quienes hoy trabajan aportan para pagar las pasividades de los que ya se jubilaron.
El sistema de ahorro individual ha demostrado que sirve, aunque siempre es perfectible, pero sin que deban cambiarse las reglas de juego, desde que para quien trabaja en gran medida se despeja la incertidumbre que genera volcar sus aportes a un gran fondo general con el cual se pagan las actuales pasividades, y se establecen mecanismos para fijar prestaciones en base a los años trabajados, los aportes y la edad de retiro, aunque con determinados topes.
La solidaridad bien entendida debe valorarse, pero la cosa cambia cuando el sistema devuelve a quien aporta solo una parte de lo que ha vertido tantos años, al punto que por regla general, pese a los mínimos establecidos, el trabajador las más de las veces opta por mantenerse activo más años que los 60 de edad establecidos, por cuanto la prestación que recibe, pese a ser “solidaria”, en el mejor de los casos apenas supera el 50 por ciento de lo que percibe en actividad.
La mayoría de los directores del Banco de Previsión Social se han opuesto tenazmente a este sistema mixto y sobre todo a las AFAP, por razones ideológicas, pero felizmente los ciudadanos uruguayos, que a esta altura están en condiciones de discernir entre lo que les sirve y lo que no, han entendido que el ahorrar dinero para sí mismos a través de aportes previsionales es una garantía de contar con un retiro mejorado, desde que las AFAP no solo retienen el dinero que vierten, sino que lo administran en procura de obtener la mayor rentabilidad posible, para beneficio del trabajador.
Y pese a estos intentos fallidos, el fondo de las AFAP ha seguido creciendo y llega hoy a los seis mil millones de dólares, porque no solo se han integrado los trabajadores en forma obligatoria por la normativa que las creó, sino que la mayoría lo hace en forma voluntaria porque han interpretado la esencia del sistema y consideran que solo de esta forma tendrán el retorno de lo que vierten.
A la vez estos fondos tienen la característica de tener que devolverse en el largo plazo, lo que genera la posibilidad de concretar inversiones de repago a un período muy por encima de los que se obtienen en el sistema financiero tradicional y por ende estar en condiciones de financiar emprendimientos que por su costo solo pueden abordarse en plazos excepcionales.Hasta ahora la normativa era muy rígida en cuanto a las posibilidades de inversión de las AFAP, pero está a punto de completarse el trámite legislativo de una ley que flexibiliza el posible destino de estos fondos, dentro de determinados requisitos para garantizar el retorno, y que fundamentalmente promueve su uso en obras de infraestructura vitales para el país. Este aspecto es doblemente valioso y debe compartirse esta iniciativa, que en su momento reclamamos como de gran proyección para el país, porque no implica movimientos especulativos sino de una apuesta concreta al desarrollo. Y no se trata de financiar cualquier cosa con tal de que se devuelva el dinero en tiempo y forma, sino de actuar como dinamizador y sustento del esquema socioeconómico del país, porque inversión en infraestructura significa un instrumento para más inversión y más fuentes de empleo, es decir los componentes de un circuito virtuoso que al asegurar y mejorar fuentes laborales e ingresos también obra como un reaseguro para los propios afiliados a las AFAP, al mantener su empleo para seguir aportando y asegurarse un retiro decoroso.
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