Paysandú, Domingo 13 de Junio de 2010
Locales | 11 Jun La nostalgia y los recuerdos, las alegrías y las tristezas, emociones y sentimientos que forjaron un puñado de niños y niñas, que hoy son hombres y mujeres, ha contribuido a formar sus vidas.
El siguiente es un testimonio de lo fuerte que puede marcar a una persona, sus años de escuela primaria. Martha Lasaga recuerda lo vivido cuando concurrió a la escuela 70 de colonia Santa Kilda. “Fue entre los años 1976 y 1981, en aquella época éramos aproximadamente 50 alumnos. En un salón todos juntos sentados, de diferentes edades y capacidades, con una sola maestra o maestro. El primero y segundo año fue con Raquel Rodríguez, el tercero con Raúl García, el cuarto con Teresita Giani, quinto y sexto con Sara Nolla. Ellos se multiplicaban como por arte de magia para atender al conjunto sin perder de vista a nadie; qué tarea difícil. Las cocineras Marta, Mima y Chela, se encargaban de alimentarnos con ricas y balanceadas comidas, algunas con verduras de nuestra huerta en la que Basilio Dimistruk nos ayudaba a preparar la tierra y nosotros nos encargábamos de cuidarla. Comíamos limas de la quinta de Galeano aquí – al frente de la escuela – frutas que nunca más comí ni ví”.
“Los que tenían la suerte de vivir más cerca podían llegar hasta la escuela caminando o en bicicleta. Pero la inmensa mayoría lo hacíamos a caballo. Nosotros diariamente hacíamos 11 kilómetros. Tan acostumbrados a hacer siempre el mismo camino hacia la escuela, que ni siquiera teníamos que guiar a los caballos, pues iban solos, porque tenían el camino aprendido de memoria. Con frío, calor, bajo un sol abrasador o con lluvia los niños del medio rural iban a su escuela. Ella era punto de encuentro entre los vecinos, compartían los actos culturales, las quermeses, las carreras de caballo, los actos de finalización de cursos”. “Recuerdo especialmente cuando en 1976 – culminando primer año – interpretamos una canción de María Helena Walsh titulada ‘La Reina Batata’. Recuerdo los campeonatos de fútbol interescolar en algún domingo con las escuelas de Santa Blanca y Palmar de Quebracho a los que nos trasladábamos en tres o cuatro camionetas junto a nuestro querido arquero Gerardo. También, cuando en el año 1979 la maestra Teresita organizó funciones de cine en el club donde disfrutamos películas de Cantinflas. Yo, como la mayoría de los niños de entonces, jamás había concurrido a un cine. También en época de Teresita inauguramos la floresta Dionisio Díaz, una zona en la que se plantaron árboles, las anacahuitas y el ibirapitá que están al frente. Se colocaron hamacas y subibajas para lo cual colaboraron varios padres. Seguramente los recuerdos que guardo de aquella época y de esta escuela, hayan influido en mí, para adoptar la profesión de maestra que ejerzo desde hace varios años. Como intenté explicar anteriormente, recibí mucho de esta escuela.
A la vez considero que ser maestra – según he podido experimentar – es una de las profesiones más gratificantes que debe existir. Por eso también las maestras que han pasado por esta escuela y las que siguen pasando por aquí van a recibir mucho de sus niños y de su comunidad”, concluyó.
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