Paysandú, Miércoles 16 de Junio de 2010
Opinion | 10 Jun Vientos de tempestad soplan en Europa, donde lejos de aquietarse las aguas tras el salvataje de las naciones del continente a la economía de Grecia a efectos de mitigar su pavoroso déficit fiscal, crece la desconfianza en los agentes económicos y también está en tela de juicio el generoso régimen previsional que asegura un buen pasar a los adultos mayores una vez transcurrida la vida activa, como así también a los desempleados, entre otros sectores subsidiados a través del Estado.
La consigna pasa ahora por poner fin a una época de expansión del gasto público que dio lugar a grandes déficit fiscales, a efectos de sostener esta pirámide de beneficios y estado de bienestar tradicional de las naciones europeas, lo que incluso se pone de relieve en las economías más poderosas, como es el caso de la británica y la alemana, motores de la pujanza del viejo continente.
El ambiente convulsionado no deja de emitir señales negativas a los mercados, y es así que las mayores economías han optado por aplicar programas de austeridad fiscal con recorte de gastos, para ofrecer cierto grado tranquilidad a los operadores respecto a que las cuentas públicas van a estar en orden, y construir una base para un esquema renovado.
En este contexto de ver quien se salva en la volteada, el gabinete de la canciller germana Angela Merkel acordó realizar recortes presupuestales por unos 80.000 millones de euros, es decir unos 96.000 millones de dólares, en los próximos cuatro años.
El programa combina medidas de recaudación de ingresos y reducciones de gastos, incluyendo un impuesto a los viajes aéreos, reducciones en las exenciones impositivas para la energía y una reestructura general de las Fuerzas Armadas.
También se apunta a reducir el gasto social y abatir a más de la mitad el gasto público, modificando la política de subsidios para desempleados y personas con derecho a ayuda para el alojamiento, así como reducción de las ayudas por hijos.
Otro objetivo incluye eliminar de aquí a 2014 entre 10.000 y 15.000 empleos en la función pública, en el marco de atacar de raíz el problema del gasto, al quedar demostrada “la importancia superlativa de cuentas sólidas” con el ejemplo griego a la vista, y amenazas similares en España e Irlanda, además de Italia y Rumania.
Por su lado el flamante primer ministro conservador británico David Cameron preparó en las últimas horas a la población para los “dolorosos tiempos” que se avecinan ante la decisión de adoptar medidas para sanear las finanzas públicas, a la vez de acusar a su antecesor por el nefasto legado económico.
Sostuvo el mandatario que el problema del déficit masivo y la deuda creciente era peor de lo que estimaba cuando accedió al poder, lo que explica que haya establecido como prioridad absoluta de su gobierno la reducción del déficit público, del orden del doce por ciento del PBI, contra el tres por ciento de antes de la crisis financiera internacional.
Lo que ocurre en el continente europeo, que hasta no hace mucho parecía como invulnerable a estos avatares, fue precedido de la crisis en Estados Unidos, cuando estalló la burbuja inmobiliaria, y pone de relieve que aún en las economías más poderosas del planeta todo tiene su límite, y que gastar por encima de las posibilidades para sostener esquemas ideales sin sustento real, tarde o temprano termina en situaciones traumáticas de consecuencias impredecibles.
Lo acaba de vivir Grecia, con grave crisis social, y un panorama similar está en ciernes en España, donde el gobierno, ante el enorme déficit fiscal por el gasto desmesurado, anunció ya rebajas en montos de jubilaciones, gastos en seguridad social y reducción de puestos en el Estado, entre otras medidas dirigidas a cortar el gasto excesivo.
Y cuando se corta el gasto en las grandes economías, sería delirante pensar que no llegue alguna ola hasta nuestras latitudes, donde dependemos de nuestro intercambio comercial y una depresión de los mercados resultaría de graves consecuencias para nuestra economía.
Es que el gasto y disponibilidad de dinero de los europeos al fin de cuentas forma parte de una buena porción de nuestros ingresos, y por “efecto dominó” la incertidumbre suele ganar los mercados internacionales, con repercusiones imposibles de prever en primera instancia, pero que difícilmente resultan favorables para el Uruguay.
Aunque con un déficit mucho menos agudo en lo que refiere a la relación con el PBI, los elementos que se manejan en el viejo continente como causas tiene alto grado de similitud con lo que sucede en Uruguay, porque el exceso en el gasto público se traduce en números en rojo que son consecuencia de gastar más que lo que se puede.
Este es el fardo con que carga además la Administración Mujica, que heredó gastos comprometidos por el gobierno de Tabaré Vázquez, con el agravante de que buena parte del Producto Bruto Interno proviene de una situación internacional favorable a nuestro país que nunca se sabe cuándo puede cambiar.
La prudencia, el sentido común, la experiencia, indican que el actual gobierno deberá ponderar muy bien los pro y los contra de este escenario, y sobre todo abstenerse de seguir el camino de Vázquez de gastar todo el aumento de la recaudación.
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