Paysandú, Miércoles 16 de Junio de 2010
Locales | 11 Jun Estela actualmente trabaja en una escuela privada, pero siente el orgullo de pertenecer a una comunidad que la ayudó a crecer profesionalmente y como persona. Su sonrisa y mirada tierna revelan a una mujer simple y simpática. Tiene 64 años, fue una maestra rural que aprendió a querer su profesión demostrando capacidad y coraje para andar los polvorientos caminos del interior rural, formando a niñas y niños, trabajando por un futuro mejor para las nuevas generaciones.
Fue maestra en el departamento de Rivera, al año se presentó a concurso y pudo sacar la efectividad en Paysandú, en la escuela de Santa Kilda, que según ella “le encantó”. En ese tiempo la escuela tenía dos maestras. Ella afirma que “el gusto y la predilección de ser maestro rural parte de la premisa de que la gente es más sana. Con la experiencia que un maestro adquiere en la ciudad, tiene la posibilidad de comparar y comprobar que es totalmente distinto el niño rural que el urbano. Conviven con códigos de vida distintos y son más sinceros quienes viven en el campo”, destacó la docente.
Sostiene que “en la campaña el niño es más niño y los padres son más padres. Están más cerca de la escuela y colaboran mucho más. Hay más respaldo de la familia y uno se siente apoyado. Se trabaja con gusto porque se siente fortalecido. Hay que tener en cuenta también que las condiciones económicas han cambiado mucho y ello influye sobre la educación. En la época que yo fui maestra en colonia Santa Kilda no teníamos almacén, ni luz eléctrica, ni agua potable. Yo estaba criando a mis 4 hijos pequeños y tenía que venir con todos los bolsos por el camino vecinal que conecta con la ruta”. A veces José Romero – su esposo – tenía que cocinar en la escuela porque no había cocinera y tenía que ayudar a preparar los alimentos que el comedor brindaba a los pequeños.
Fue maestra en la escuela 70 de Santa Kilda durante 9 años entre 1968 al 1977. Por ese entonces concurrían 26 niños, todos hijos de colonos alemanes. Estela recuerda que “en la zona siempre se plantaba mucho maíz”. Fue docente cuando la escuela ya funcionaba en el nuevo edificio, que contaba con salón comedor. Finalmente Estela Bodeant rescata en su relato que “cada vez que visito este lugar sueño con que estoy dando clases acá. Aquellos años fueron muy lindos y me encuentro con los antiguos vecinos, añorando aquellos tiempos hermosos cargados de muy buenos momentos”, aseguró.
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