Paysandú, Miércoles 16 de Junio de 2010
Opinion | 16 Jun Recientemente el presidente José Mujica aludió a que Uruguay tiene que “subirse al estribo de Brasil” en clara apuesta a sostener la tendencia de que la vecina nación es el principal destino de nuestras exportaciones, y a que su auge económico resulta vital para que esta bonanza también se derrame sobre nuestro sector exportador y la propia economía uruguaya.
Pero claro, como bien se ha advertido por analistas, esta suerte de atadura crea una “Brasildependencia” que colide abiertamente con la máxima de “no poner todos los huevos en una misma canasta”, desde que los avatares económicos son cada vez más frecuentes y la globalización determina que rara vez podamos quedar al margen, teniendo en cuenta nuestro perfil altamente vulnerable.
Este “subirnos al estribo” denota además que nuestro país sufre abiertamente problemas de competitividad, si es que realmente no nos quedan más alternativas que jugarnos a un solo mercado, y por lo tanto este factor obra como elemento que posterga los necesarios correctivos, que no solo se arreglan con un ajuste del tipo de cambio, sino con un reacomodo de costos internos que pasan por alentar la inversión privada en lugar de los gastos del Estado.
Ahora, esta “Brasildependencia”, de atarnos como sea a la suerte del gigante norteño, conlleva una serie de riesgos que es preciso minimizar pese a la tentación de seguir “prendidos al dulce” de la locomotora brasileña, en lugar de pensar en escenarios de mediano y largo plazo que conlleven asimismo establecer correctivos estructurales internos que no midan costos políticos inmediatos,
Por lo pronto, corresponde la pregunta de si Brasil efectivamente está en expansión sustentada en parámetros sólidos o si estamos ante una nueva “burbuja” que infla la economía hasta que colapsa y solo queda la espuma, con sus consecuentes efectos traumáticos en el país y en los que a la vez se “subieron al estribo”, como ya nos ha pasado.
Ante esta disyuntiva es pertinente evaluar los análisis que han abordado ya economistas y observadores internacionales respecto a la realidad de este país emergente, que en el trimestre pasado creció “a lo chino”, con un nueve por ciento anual. Por lo pronto The Economist considera que la actividad brasileña se expande a tasas chinas, pero que el escenario del país norteño dista mucho del gigante asiático. Así, los niveles de inversión y la capacidad instalada no dan abasto a los requerimientos del mercado interno y la producción está saturada por una demanda que exige mucho más que lo que la economía puede brindarle, señala.
Se explica así que lo que no puede producir, Brasil sale a buscarlo a los mercados internacionales y teniendo pegado a Uruguay, nuestro país se ve favorecido por esa demanda adicional, al punto que las compras brasileñas explican el 55 por ciento del crecimiento de las exportaciones uruguayas realizadas entre enero y mayo.
Lula había advertido hace poco que sería razonable seguir creciendo a tasas del 4 o 5 por ciento, pero que hacerlo a un 9 o 10 por ciento significaría un “acordeón” nada aconsejable, si se retrocede luego por ejemplo a un dos por ciento, desde que el mandatario subrayó que la apuesta debe ser a “un crecimiento sustentable que dura 10, 15 años”.
Y el término “sustentable” es precisamente el quid del asunto, que es a la vez lo inverso de la “burbuja” que se ha dado hasta hace poco por ejemplo en Estados Unidos, y la que en 1999 llevó a la maxidevaluación brasileña, con Uruguay también entonces prendido de la cola. En aquel entonces, y sin decir agua va, ante un escenario parecido al actual, el gigante brasileño devaluó y dejó a los productos uruguayos fuera de competencia, con numerosas empresas de nuestro país jugadas entonces por entero a venderle a Brasil, con inversiones y endeudamiento tomado sobre la previsión de lo que iban a colocar en ese mercado.
Las consecuencias fueron una grave crisis, con empresas paradas, desempleo y caída de la economía que fue prolegómeno de la crisis que se desató dos o tres años después, durante el gobierno de Jorge Batlle, con el ingrediente también de la debacle argentina como factor desencadenante.
Estos antecedentes deberían bastarnos para no ser tan entusiastas del “estribo” y en cambio promover un baño de prudencia, que debe provenir desde el propio gobierno uruguayo, porque Brasil estaría creciendo a un porcentaje mayor que el que su economía puede soportar, y bastaría que el gigante tropiece para que nosotros quedemos otra vez desparramados, pese a ya habernos quemado con leche y tener la vaca a la vista.
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