Locales | 18 Jun Raúl Álvarez es un niño de 11 años que concurre a 5º año en la escuela 43 de la Parada 444. Es simpático y de permanente sonrisa. Su mirada revela cierta timidez, aunque se las ingenia para no demostrar tanta reserva al momento de entablar un diálogo. Vive con su madre y es el más chico de 11 hermanos.
Recorre 3 kilómetros a caballo para cumplir todos los días con sus estudios en la escuela. Por las mañanas sale al trotecito parejo y lerdón, aunque a veces y de acuerdo al tiempo, monta en pelo, porque no llega a ensillar su caballo, ya que la petisa se le escapa y sus compañeros lo ayudan a atraparla. De todos modos el animal regresa, sin necesidad de que su dueño salga a buscarla por mucho tiempo. Raúl se animó a contarnos parte de su vida. Una realidad que convive con las características propias de un gurí rural, que se muestra fiel a sus raíces, que no reniega de su entorno y que se ve feliz junto a su familia y compañeros de escuela. Le gusta la escuela, y aunque todavía no tiene pensado que es lo que va a seguir estudiando asegura que sueña con quedarse en el campo. Su madre se dedica a cuidar el campo de sus tíos. “Me gusta el campo y un día cualquiera de mi vida comienza con venir a la escuela, tomar el desayuno junto a mis compañeros en la escuela, luego nos ponemos a trabajar con la maestra, después almorzamos, más tarde salimos al recreo, jugamos un rato, entramos de nuevo a clase a trabajar otra vez y regresamos a nuestros hogares a la hora 14”. La diversión se reduce a muy pocas actividades en el lugar y una vez por mes viaja junto a su madre a la ciudad de paseo a la casa de otros hermanos. “Si tuviera que elegir un futuro me gustaría que fuera en el campo. Hago todos los días tres kilómetros a caballo y estoy muy feliz de cómo es la vida en estos pagos”, afirmó.
Definitivamente hablar con Raúl nos llevó a conocer la vida de un niño rural – que a diferencia de un niño urbano – conserva la frescura natural de quien cree en las cosas simples de la vida.
Lejos de las comodidades materiales que el mundo moderno ofrece a quien vive en la ciudad con la posibilidad de acceso a muy temprana edad, pero muy cerca de la belleza que la naturaleza puede obsequiar a los que tienen la dicha de vivir en el campo.