Paysandú, Viernes 25 de Junio de 2010
Opinion | 18 Jun El envejecimiento poblacional, conjugado con generosos sistemas de seguridad social, que se nutren por supuesto de aportes de los sectores activos, es una combinación que implica aportes muy significativos para quienes sostienen el sistema, lo que sin embargo más o menos logra afrontarse cuando se está en economías sanas, en crecimiento y la relación activo-pasivo todavía guarda una relación favorable.
Pero cuando la situación económica se resiente, aparecen las épocas de crisis y a la vez crecen las dificultades para conciliar ingresos y egresos, salen inmediatamente a luz los problemas para mantener vigentes esquemas que hacen agua por todos lados. En Europa se ha sostenido durante décadas un sistema de bienestar social basado en prestaciones tendientes a proteger a los sectores en dificultades, como es el caso de los desocupados, así como a los pasivos, con generosos esquemas de atención social que han sido particularmente benefactores en los países nórdicos.
Sin dudas, aquello que resultaba más o menos viable en otros tiempos, con otro escenario demográfico y económico, va camino al despeñadero a menos que se adopten a tiempo salidas que serán dolorosas al principio, pero que permitan más temprano que tarde atender una realidad que aparece a esta altura como irreversible.
Es así que en medio de una difícil encrucijada económica, el gobierno francés ha presentado al Parlamento un proyecto de ley para elevar la edad mínima de la jubilación de 60 a 62 años, para salvar un sistema amenazado por la crisis económica y la mayor esperanza de vida.
Incluso, para financiar esta reforma que comenzará a aplicarse en 2011, el gobierno se plantea tanto prolongar los períodos de cotizaciones como gravar y subir los impuestos a los que más ganan. Para justificar esta iniciativa, el ministro de Trabajo, Eric Woerth, subrayó que “salvar nuestro sistema de jubilaciones es un imperativo”.
Pero como todo remedio, el proceso será amargo y ya los sindicatos han anunciado una tenaz oposición, aunque lo que nadie propone son alternativas reales, por lo que poco y nada de bueno puede esperarse si todo se limita a manifestar voluntarismos pero sin decir de dónde va a salir el dinero.
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