Paysandú, Viernes 25 de Junio de 2010

La cola del carpintero

Locales | 25 Jun Definitivamente las escuelas rurales de todo el país conservan un impresionante anecdotario, el que se desprende del relato oral y de algunos libros editados, como el recordado “Humor en la Escuela” del maestro José María Firpo; en el que recrea la vida en el aula escolar según sus propios protagonistas. Precisamente el siguiente relato intenta rescatar parte de esa frescura del gurí de campaña que puede sorprender a unos y divertir a otros.
Corrían los primeros 3 meses del año 1965 y las clases habían avanzado sus 2 primeras semanas. Un maestro – docente en la escuela de Paso Leopoldo en el departamento de Río Negro – tuvo una feliz idea. Sugirió a los alumnos de un 3er. año la utilización de cola de carpintero para una serie de manualidades programadas en clase, asegurando que este cemento resultaría muy efectivo al momento de fijar los materiales a utilizar. Por supuesto que no faltó quien se ofreciera para conseguir lo solicitado por el maestro. “Yo mañana le traigo cola de carpintero maestro”, respondió efusivamente saltando desde su banco uno de los alumnos, mientras el docente asintió con su cabeza con una leve sonrisa ante la inquietud del niño. Si bien el maestro – al terminar la clase – quedó pensando sobre si realmente se podía conseguir en un lugar tan apartado de la ciudad cola de carpintero, aguardó la clase del día siguiente. Ya dentro del salón y con la algarabía que provoca en los niños la posibilidad de crear a través de manualidades la obra más divertida, el maestro pudo detectar que algo no estaba bien. El niño que se había ofrecido para conseguir la cola de carpintero no se mostraba tan feliz como en la clase anterior. Sus ojos desorbitados y su rostro desencajado revelaban una imagen diametralmente opuesta a la de cuando se ofreció para conseguir el cemento para pegar. “Y, pudiste conseguir la cola de carpintero”, le preguntó el maestro luego de pasar lista. Con una resortera colgando de su cuello, de voz entrecortada y ciertamente agitado el niño respondió: “maestro usted no me lo va a poder creer, usted sabe que estuve todo el día recorriendo el campo de mi padre para cazar un pájaro carpintero y así sacarle la cola, pero no encontré a ninguno. Si me da más tiempo, para mañana o pasado yo le traigo 2 o 3 colas de pájaro carpintero”. El maestro manteniendo su postura y evitando hacerle pasar un mal momento al niño, solo atinó a decir, “deja, no te preocupes, nos arreglamos con lo que tenemos en el salón”.


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