Paysandú, Sábado 26 de Junio de 2010

Debemos “desatarnos” de la región

Opinion | 19 Jun El hecho de que por simpatías ideológicas o afinidades con los gobiernos de turno se insista en redoblar la apuesta al Mercosur, conlleva en gran medida que la suerte de nuestras exportaciones se ata a un solo mercado, y en el caso del regional, además, se agrega el componente de que el intercambio refiere a muchos productos en los que incluso los países productores compiten entre sí.
Existen factores distorsionantes en este escenario que determinan que de una u otra forma, el contexto siempre termina favoreciendo a Brasil y Argentina, las dos mayores economías del subcontinente, que a la vez coinciden en tener una visión bilateral del acuerdo regional que es consecuencia y a la vez profundiza las asimetrías entre los grandes socios y los pequeños integrantes del bloque.
Para Uruguay, el corsé del Mercosur presenta alternativas variables, de acuerdo a la coyuntura, pero fundamentalmente debido a la imprevisibilidad de los vecinos, sobre todo --en los últimos años-- de la Argentina, que a menudo desconoce acuerdos y practica medidas proteccionistas que no necesariamente las transmite por escrito, sino que el gobierno apela a “sugerencias” que son veladas amenazas a sus operadores internos respecto a las importaciones desde los países socios.
En estas prácticas el personaje más notorio es el secretario de Comercio Exterior, Guillermo Moreno, de quien a menudo presentan quejas empresarios brasileños y uruguayos, e incluso en ocasiones envía inspectores de organismos de control tributario a las empresas que se muestran renuentes a allanarse a los planteos.
Es decir que las trabas en la vecina orilla la mayoría de las veces se manifiestan en forma solapada y por lo tanto resultan difíciles de comprobar, ya que obviamente no existe ningún reconocimiento oficial de tales prácticas.
Incluso Moreno ha “justificado” las trabas a negocios en el hecho de que “no podemos hacer nada si los supermercados prefieren comprar los productos nacionales en lugar de los importados”, según manifestó al respecto en el diario brasileño O Estado de Sao Paulo.
El titular de la Cámara Argentino Brasileña, Jorge Rodríguez, comentó que los brasileños están “fastidiados” porque Argentina no cumple con los acuerdos y genera “desconfianza”, y más recientemente la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal) de Argentina publicó en la prensa de su país una carta en repudio a las trabas impuestas implícitamente al comercio con sus vecinos. La gremial establece que Argentina exporta mucho más alimentos que lo que importa, especialmente con Brasil y Uruguay, y ante esta situación los empresarios argentinos temen que sus mercados tomen represalias y puedan verse perjudicados, según da cuenta el suplemento “Café y Negocios” de El Observador.
El asesor de empresas exportadoras uruguayas, Edmundo Macchi, por su lado, analizó que “con Argentina la situación es muy difícil porque su presidenta dijo que tenía desconocimiento de las trabas a los productos alimenticios. No es fácil conseguir nuevos mercados, pero los empresarios tienen que tener claro que cuando se logran hay que mantenerlos aunque no se generen ganancias. Hay que pelearla para que nos tengan confianza”.
Y en este escenario donde los socios son muy poco confiables, por decir lo menos, Brasil también tiene un alto grado de imprevisibilidad y una larga lista de antecedentes proteccionistas, a veces disfrazados de trabas sanitarias y otras a la vez comprando en mercados que subsidian abiertamente sus exportaciones, como es el caso del arroz que importó en más de una ocasión desde Estados Unidos, en desmedro de los productores del Mercosur, como Uruguay.
A la vez es notorio que Itamaraty considera el Mercosur como un coto exclusivo de caza, y ha impuesto un arancel externo común elevado a efectos de proteger a su industria y disuadir las importaciones de productos terminados de la extrarregión.
Pero mucho peor aún, ha entorpecido sistemáticamente los acuerdos del bloque con la Unión Europea para el intercambio comercial, protegiendo sus propios intereses, y ello explica que tras largos años de negociaciones ha surgido traba tras traba en las negociaciones con el viejo continente, y con ello afectado las posibilidades de países como Uruguay de ingresar con ventajas comparativas a un mercado de alto valor para Uruguay.
Estos pocos trazos pintan el escenario en el que nos encontramos en el acuerdo regional, y pone de relieve, por si había alguna duda, la necesidad de diversificar el espectro del intercambio comercial. El problema es que aún hoy, con todo el crecimiento del Producto Bruto Interno del Uruguay y el aumento de las exportaciones, nuestros productos manufacturados siguen siendo competitivos sólo en los mercados regionales, por lo que se hace difícil colocarlos en otros más exigentes o con un mínimo de protección arancelaria. Por este motivo es imprescindible mantener la vista en la región pero poniendo énfasis en que las ataduras nunca han sido buena cosa, y menos con socios que son tan poco confiables al punto que un empresario compatriota llegó a afirmar que “aunque parezca ridículo, es más fácil hacer negocios con la India o Vietnam que con Argentina”.


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