Paysandú, Sábado 26 de Junio de 2010
Opinion | 24 Jun El particular celo que han puesto de manifiesto los activistas de Gualeguaychú respecto a la “contaminación” --que no han podido probar, por supuesto-- de la planta de UPM Botnia, es sin dudas una lucha ambientalista muy selectiva, por decir lo menos, desde que en territorio argentino, en su provincia y en la propia Gualeguaychú, hay emprendimientos que sí son serios agresores del medio ambiente, y que sin embargo son ignorados ex profeso por los activistas.
Esta incongruencia la hemos señalado en más de una oportunidad desde EL TELEGRAFO, porque revela en toda su magnitud los fanatismos que han puesto de relieve los integrantes de la Asamblea de Gualeguaychú, cuando ven la paja en el ojo ajeno y desconocen premeditamente la viga en el propio, sin que se les mueva un pelo.
Es notorio que el río Uruguay, si bien en su curso principal no arroja niveles significativos de contaminación, sí es perjudicado por afectaciones locales a la calidad del agua, como por ejemplo el vertido de residuos cloacales sin tratar de centros urbanos como Colón, Concordia y Concepción del Uruguay del lado argentino –Gualeguaychú sí lo hace-- y Salto, Paysandú y Fray Bentos en nuestra orilla, en este último caso en vías de solución a través de un proyecto conjunto con la propia planta de la ex Botnia, en tanto el balneario Ñandubaysal no cuenta con planta y ello fue causante de la contaminación desatada en ese lugar durante la última crecida del río Uruguay.
Pero a este problema se agrega el vertido de agroquímicos por el tratamiento con estos productos a grandes a extensiones de cultivos agrícolas en ambas orillas, y en el caso de Gualeguaychú se tiene nada menos que la contaminación que genera la actividad de numerosas empresas en su parque industrial.
De acuerdo a los datos aportados por el químico Oscar Ventura, catedrático de la Facultad de Química de la Universidad de la República e investigador Grado 5, que sigue de cerca los temas relacionados con la contaminación, solo el cinco por ciento de las empresas industriales de Entre Ríos tiene los permisos necesarios respecto al tratamiento de residuos.
El experto indicó que las 27 plantas del Parque Industrial de Gualeguaychú arrojan cuarenta veces más contaminantes que la planta de UPM y que van a dar al río Uruguay a través del río Gualeguaychú, por intermedio de su afluente, el arroyo El Cura. La planta depuradora del parque industrial, ubicado en la intersección de las rutas 14 y el acceso sur a la ciudad, se encuentra desbordada, y según declaró Ventura al diario El País, el parque “tiene una planta de efluentes inadecuada para las industrias allí establecidas, entre otras la internacional Unilever, jugos Baccio y una fábrica de baterías, lo que explica la contaminación por plomo detectada en el desagüe del río por la Comisión Administradora del Río Uruguay”.
Esta no es una novedad para quienes desde hace años hemos señalado además que el río Gualeguaychú también acarrea desechos crudos provenientes de centros hospitalarios de la ciudad, como se diera cuenta en un seminario realizado hace unos años por CARU en Paysandú. Tampoco se dio mucho relieve por estos lares, cuando todavía estábamos lejos de que se registrara el conflicto por la planta de celulosa, al serio incidente registrado en su momento en la planta nuclear de Atucha, en la Argentina, ubicada a solo cien kilómetros del Uruguay, sin que se informara debidamente sobre el tenor del problema y sus consecuencias.
Recientemente ha salido a luz, además, que el gobierno argentino incumplió la Convención de Seguridad Nuclear, al no notificar a su par uruguayo sobre la construcción de la planta nuclear de Atucha II.
La Convención de Seguridad Nuclear, aprobada por Uruguay y Argentina, prevé que los estados con instalaciones nucleares tienen obligaciones y deberes con sus países vecinos, a los que deben informar, lo que precisamente no ocurrió en el caso de Atucha.
Y no se trata al fin de cuentas de repartir culpas ni de establecer una competencia sobre quien incumplió más o menos en tal o cual circunstancia, sino de la necesidad de que se dejen de lado fanatismos inconducentes, como el de los activistas de Gualeguaychú, y que la mentada conciencia medioambiental realmente se exprese a través de acciones responsables por los respectivos gobiernos, respetando las normas internacionales y binacionales sin importar el color de la camiseta, porque el ecosistema y la contaminación no conocen fronteras, y todos debemos poner nuestra cuota parte para tener un mundo mejor y más limpio, preservando los recursos naturales.
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