Opinion | 25 Jun Del mismo modo que cualquier ciudadano, al obstruir el paso estacionando su vehículo sobre la vereda, lesiona nuestro derecho a circular libremente por la vía pública, aquellos que dejan el escape libre y recorren la ciudad provocando estruendo nos están privando de nuestro derecho a vivir en una ciudad sin contaminación acústica. Ponen en riesgo nuestra salud y nos impiden desarrollar algo tan elemental para la vida como la comunicación. Nos condenan, en aras de una moda o de un simple capricho, a no disfrutar de la música, de un programa de televisión o sencillamente nos impiden descansar tranquilamente en nuestros hogares, ya que el estruendo que provocan es tal que atraviesa las paredes y ventanas como si no existieran.
La noticia de la adquisición por parte de la comuna de equipos decibelímetros, demuestra que, aunque lentamente, las autoridades comienzan a hacerse cargo de una situación harto evidente y al límite de lo tolerable. Sin embargo, según explicó el director municipal de Tránsito, Carlos Fábregas, todavía existen vacíos legales para la fiscalización y por tanto es difícil pensar en la pronta aplicación de sanciones o siquiera advertencias a los transgresores. De todos modos –quizá lo más preocupante- la comuna vuelve a reconocer que poco puede hacerse para controlar y menos penalizar a cierto porcentaje de los conductores, caracterizados por un contumaz desprecio por las normas y una clara predisposición a la violencia contra los inspectores. Tanto con hechos como con palabras, las autoridades admiten una vez más que, en muchos casos, la cuestión del tránsito excede sus posibilidades y requiere necesariamente de la intervención de la fuerza pública. Esta circunstancia plantea un panorama poco alentador y demuestra que el problema es extremadamente complejo. La vulneración de los derechos en el tránsito parece ser otra simple expresión de los muchos problemas sociales que aquejan a nuestro país. Más allá de las dificultades para hacer cumplir leyes y normas, existe un complejo entramado de causas y un escenario, en muchos casos, dominado por el individualismo y la falta de conciencia colectiva. Así lo refleja algo tan simple como la proliferación de los escapes libres en los vehículos de quienes amparándose en los vacíos legales, pretenden situarse por encima de los demás.