Paysandú, Lunes 28 de Junio de 2010
Opinion | 26 Jun Recientemente el presidente José Mujica puso de relieve en Consejo de Ministros su preocupación por el monto de la deuda que mantiene el Uruguay con Venezuela, a raíz de la compra diferida de petróleo para refinar en La Teja, y que según se asegura asciende a los 650 millones de dólares, aunque la versión inicial indicaba que este monto no superaba los 500 millones.
En realidad el endeudamiento se mantiene con la empresa petrolera estatal Pdvsa, a la que Ancap le compra la mitad del crudo que refina, y en este caso un 25 por ciento con repago a quince años y un interés del orden del dos por ciento anual, y al que aparentemente Mujica pretende ponerle fin. En tanto, el presidente de Ancap, Raúl Sendic, indicó que Uruguay estaría en condiciones de comprar esa deuda con una quita del 50 por ciento, porque esta formaría parte de un paquete de deuda venezolana en el mercado financiero internacional, aunque este extremo es negado desde el país caribeño.
El punto es que este compromiso se adquirió en el marco de “solidaridades” nunca bien explicadas, porque en el marco de la ayuda de Hugo Chávez lo que se ha hecho es comprometerse a pagar en cuotas el 25 por ciento de la factura petrolera, que es a la vez un costo más o menos fijo que tiene el país, por lo que en los hechos aparece como querer pagarle en cuotas mensuales al carnicero parte de lo que le compramos, como si fuera un brillante negocio.
En realidad lo que se hace es aliviar la presión inicial para hacer crecer luego la obligación mensual, algo similar a pagar el cargo mínimo de una tarjeta de crédito a cuenta de mejores tiempos, en los que en teoría se estaría en condiciones de hacer frente a este compromiso.
Y así se han planteado interrogantes que deben despejarse, por cuanto todo indica que se ha dejado crecer la deuda en forma significativa, lo que por un lado crea dependencia con la nación caribeña, pero a la vez deja margen de duda sobre cuánto se ha destinado en realidad a amortizar esta deuda, y si no se hizo, qué destino tuvo el dinero que se debió haber volcado a este objetivo.
Y extrapolando la situación planteada en este caso, sería interesante saber cuánto creció en realidad la deuda externa uruguaya, más allá de que sea “barata” o “cara”, como se pretendieron disfrazar los compromisos internacionales en los últimos años. Inquietudes legítimas, que demandan respuestas.
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