Paysandú, Jueves 01 de Julio de 2010
Deportes | 27 Jun Escenario: Estadio Nelson Mandela de Puerto Elizabeth. Arbitros: Wolfang Stark, Jan-Hendrik Salver y Mike Pickel (alemanes).
Uruguay: Fernando Muslera, Maximiliano Pereira, Diego Lugano, Diego Godín (46' Mauricio Victorino), Jorge Fucile, Diego Pérez, Egidio Arévalo Ríos, Alvaro Pereira (74' Nicolás Lodeiro), Diego Forlán, Edinson Cavani y Luis Suárez (84' Alvaro Fernández). DT: Oscar Tabárez.
Corea del Sur: Jung Sung-ryong, Cho Yong-hyung, Park Ji-sung, Kim Jung-woo, Park Chu-young, Lee Young-pyo, Kim Jae-sung (61' Lee Dong-gook), Ki Sung-yong (85' Yeom Ki-hun), Lee Chung-yong, Jung Sung-Ryong y Cha Du-ri. DT: Huh Jung-moo.
Goles: 8' y 80’ Luis Suárez (U), 68' Lee Chung-yong (CS).
Amonestados: Kim Jung-woo, Cha Du-ri, Cho Yong-Hyung.
Las bocinas, las bombas de estruendo y el griterío dezaforado, dejaban en claro que la selección uruguaya había vuelto a dar una alegría al país entero desde Sudáfrica. Y la algarabía indescriptible denotaba, además, que la gran mayoría de quienes salieron a la calle nunca habían vivido esta sensación: Uruguay en cuartos de final del Mundial, metido entre los ocho mejores del mundo.
Es que hay que remontarse a 1970, el último antecedente de este estilo, para recordar lo que fue ese acontecimiento que, hoy por hoy, somos muchos los que lo palpitamos a través de los libros, revistas y videos.
Pero está permitido vibrar hoy. Y después de tres partidos intensos en aquel parejo Grupo A que ya es historia, se puede uno imaginar aquellas gestas. Porque Uruguay le ganó 2 a 1 a Corea del Sur a lo Uruguay, como la Celeste de los viejos tiempos: aguantando en el fondo y siendo contundente en las pocas ocasiones que generó. Más allá de que alguno pudiera pensar que los coreanos serían rivales fáciles, hay que mentalizarse que para Uruguay todos los partidos son complicados. Todos son finales del Mundo. Y el choque de octavos de final jugado en la víspera no fue la excepción.
Es verdad que Uruguay comenzó mejor, que salió a imprimirle velocidad al trato de pelota y a cotejar físico por físico con la rapidez indescriptible de los asiáticos. Y es verdad que, como ante México, Uruguay tuvo como aliados a los caños que forman el arco que defendió Muslera, ya que el parante derecho guiñó un ojo a los celestes cuando apenas iban cuatro minutos del partido, tras el remate libre de Park Chu-Young. Pero instantes después cambió el partido, cuando Suárez puso arriba a Uruguay en el marcador aprovechando la pasividad de la defensa y de un golero que, petrificado, vio como la pelota enviada por Forlán desde la izquierda pasaba por delante suyo y detrás de la defensa, y el goleador celeste la mandaba a guardar en soledad.
El partido cambió porque, más allá de la tranquilidad de Uruguay, tonificó a los coreanos para salir en búsqueda de la pelota. Y se adueñaron del juego. Es cierto que errores arbitrales castigaron a Uruguay en dos ocasiones (un fuera de juego inexistente cuando Suárez se iba solo y una mano coreana en su área), pero no lo es menos que Corea del Sur tuvo a los celestes a mal traer.
Porque, como sucedió desde ese momento y hasta gran parte del complemento, Corea le imprimió una velocidad impresionante al juego, mostró orden táctico y buena técnica para poner en aprietos a un equipo que batallaba en mitad de cancha con dos leones como Arévalo Ríos y Pérez (de gran partido), pero no podía tener la pelota. Y atrás, ya no estaba la seguridad de partidos anteriores. Incluso Godín tuvo que dejar el terreno.
En ese ir permanente, Corea encontró un premio merecido mientras Uruguay demoraba los cambios para intentar cambiar el trámite: llegó el empate. Tabárez reaccionó y quiso sacar al equipo del fondo; puso a Lodeiro, pero el empate fue el mejor castigo que pudo tener Uruguay, que salió al frente después de demasiados minutos, y a los 80 logró por parte de una brillante definición de Suárez, el gol que a la postre le daría el triunfo.
Pero hubo que rezar hasta el final, porque Corea tuvo la igualdad en sus pies, lo que fue evitado en partes iguales por Muslera, el terreno de juego que frenó la pelota con destino de gol y Lugano que la sacó de la zona caliente.
Uruguay está en cuartos de final. Esta aplicada selección sigue invitando a soñar, y se metió entre los ocho mejores del mundo. Pasó Corea y se viene Ghana, en lo que será una nueva final para los celestes, que intentan alejar la cabeza de la locura que se vive en nuestro país.
Porque ningún rival es fácil, como quedó muy en claro. Vaya a saber qué sucede de acá en más, pero ¿quién le quita lo bailado? STB
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