Paysandú, Jueves 01 de Julio de 2010
Opinion | 01 Jul Han pasado cien años desde que salió a la calle el primer ejemplar de EL TELEGRAFO, aquel 1º de julio de 1910, en que Angel Carotini y Miguel A. Baccaro se lanzaron a la aventura de comparecer con su pluma inquieta y desinhibida, pero no por ello exenta de responsabilidades, ante la sociedad sanducera, con la que adquirió desde entonces compromisos irrenunciables que las sucesivas generaciones de periodistas hemos tratado de sostener sin claudicaciones durante esta larga centuria de vida.
Decíamos entonces en nuestro editorial que seríamos “tenaces sostenedores de la autonomía departamental y de la descentralización administrativa y lo seremos, aún cuando estemos convencidos de que la realización completa de este bello ideal político se mantenga todavía fuera del alcance de nuestra visual democrática”.
Señalábamos asimismo que lo que se debía hacer por la autonomía municipal “debemos hacerlo también por la reforma de los impuestos, por la modificación de la autonomía aduanera, por el fomento de la industria agrícola, por el mejoramiento de los caminos y por tantas y tantas otras cuestiones de supremo interés público, cuyo favorable término, tarde o temprano ha de llegar, pero a condición de que se trabaje, de que se luche, de que se ponga a contribución voluntad y energía por su advenimiento”.
Este pensamiento precisamente ha sido premonitorio de una dinámica que por aquel entonces ya se avizoraba en el Paysandú de principios de siglo, el de aquella ciudad recostada al río Uruguay, que vivía de su floreciente puerto, de los “vapores” que provenían de Montevideo y seguían hacia arriba, hacia “el Salto”, en los que llegaban y salían cargas y pasajeros con enlaces que ya hoy quisiéramos volver a tener con ciudades de ambas márgenes del río Uruguay.
Aún pecando de inmodestos, podemos señalar sin temor a equívocos que la explosión industrial de mediados del Siglo XX se materializó en buena medida a impulsos de EL TELEGRAFO en un trabajo hombro a hombro y por el mismo objetivo con los prohombres visionarios que acompañaron el verbo con la acción, que arriesgaron capital y volcaron años y años de su esfuerzo para hacer realidad las grandes fábricas que generaron fuentes de empleo para miles de familias sanduceras. Ello fue el nervio motor de un tejido socioeconómico que fue ejemplo para el olvidado Interior y que se proyecta hasta nuestros días, aunque con una realidad cambiante y que ha evolucionado con el devenir de los tiempos, no siempre para bien.
La descentralización y la autonomía departamental que pregonábamos hace cien años ha sido una bandera de lucha hasta nuestros días, y si bien es cierto que mucho se ha avanzado en este aspecto, es notorio que hay un largo camino por recorrer.
Este nuevo milenio también nos encuentra embarcados en una cruzada que data ya desde hace medio siglo, en pro de la reactivación del transporte fluvial, del dragado del río Uruguay que nunca debió abandonarse, la integración regional, el desarrollo industrial y social.
Pero también es cierto que el registro de los acontecimientos del día a día es nuestro leit motiv. En esa línea las páginas de EL TELEGRAFO seguirán plasmando el palpitar del departamento y la región, con objetividad, profundidad, rigor periodístico y pluralidad absoluta, transmitiendo cada noticia o acontecimiento que merezca ser contado y dándolo a conocer al mundo a través de Internet, algo que nuestros predecesores ni siquiera pudieron imaginar hace tan solo unas décadas. Mientras exista una historia para contar, una inquietud para compartir, un desafío para emprender, la llama del Espíritu de Paysandú tendrá en EL TELEGRAFO una fuente inagotable de energía para vigorizarla.
Hoy como ayer, se nos presentan desafíos, y seguramente dentro de cien años tendremos todavía planteados muchos de los que hoy nos desvelan, junto a otros nuevos que surjan de los cambios que sean consecuencia del devenir de los tiempos, como es la constante en esta lucha continua que es la vida misma. Tanto desde el punto de vista de nuestra publicación, para presentar a nuestros lectores un producto cada día mejor y actualizado desde el punto de vista tecnológico como en lo que refiere a la tarea periodística, procurando ser fieles al mandato histórico de nuestros fundadores e impulsores.
Este mandato histórico lo asumimos gustosos, conscientes en plenitud de la trascendencia del compromiso, que no es otro que responder a la fidelidad y consecuencia de nuestros lectores y anunciadores, que nos respaldan y nos obliga día a día a superarnos.
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