Opinion | 27 Jun Con la consigna “Vivir acá, trabajar allá, ganar allá y gastar acá”, el teletrabajo comenzó a tomar forma en Uruguay en 2002 con un taller impulsado por la empresa Netgate, en el marco de la crisis económica que afectó duramente la región, y actualmente se estima que más de 100.000 personas trabajan de esta forma, a veces como un complemento de un empleo formal y otras como único ingreso.
Unas 50.000 personas lo hacen exclusivamente para el exterior, sin relación de dependencia, explicó Alvaro Lamé, director de Netgate y presidente de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información, que prevé que para fin de año habrá entre 70.000 y 80.000 teletrabajadores de este tipo en el país. Según una encuesta realizada por el Grupo Radar en 2009, el ingreso medio de estas personas fue de 950 dólares por mes.
La variedad de servicios que se prestan y productos que se venden por medio de Internet es muy amplia y va desde artesanías, ropa y artículos de colección hasta traducciones, diseños de sitios web y distinto tipo de asesorías. En realidad el panorama es tan amplio como la creatividad y capacidad de innovación e identificación de un nicho de consumo en un mercado tan vasto como el mundo.
Los teletrabajadores uruguayos tienen distinta edad y hoy el 40% reside en el Interior, convirtiéndose en una interesante fuente de generación de empleo con una inversión nula o mínima por parte de los emprendedores.
El éxito uruguayo en la materia ha hecho que otros países de la región, como es el caso de Chile --cuyo gobierno lanzará en setiembre un programa de desarrollo en base a la experiencia uruguaya y que busca capacitar a 100.000 personas en tres años--, Colombia y Ecuador, se embarquen en una iniciativa similar, lo que es más que justificado si se tiene en cuenta que el teletrabajo generó ingresos para Uruguay por más de 500 millones de dólares en 2009, una cifra muy interesante si se tiene en cuenta que representa la mitad de las ventas de carne uruguaya al exterior.
Esta estadística es una clara demostración que nuestro país no sólo ha dado pasos agigantados para la disminución de la denominada “brecha digital” sino que buena parte de su población está adaptando la tecnología disponible a usos específicos que redunden en una mejor calidad de vida, lo que a la postre nos beneficia a todos.