Paysandú, Domingo 04 de Julio de 2010
Opinion | 27 Jun Observar al frente del Museo Histórico Municipal de Paysandú un cartel que reza, textualmente “Museo en refacción”, puede significar un motivo de satisfacción para los miles de personas que aprecian y valoran las reliquias de un pasado sanducero tan rico en vivencias de todo tipo.
Pero tal alegría se transforma en dolorosa incredulidad cuando recordamos que más de la mitad del museo está siendo reformada, mejorada, pero no para albergar aquellos valiosos objetos que recuerdan centenares de años de trabajo, de pasiones, de luchas y de esfuerzo siempre procurando lo mejor para Paysandú y los sanduceros. No, en realidad se está construyendo un nuevo espacio, quizás no lo suficientemente amplio, para una muestra de instrumentos musicales étnicos fruto de una labor de investigación y búsqueda de muchos años realizada en todo el mundo por el sanducero Carlos Blanco Fadol.
Observando fría y desapasionadamente, esta determinación de las autoridades municipales resulta incomprensible por lo desacertada. Estamos hablando de retirar de ese caro espacio sanducero por lo menos algo así como la mitad de las piezas que, según indicaron dichas jerarquías sin dar mayores detalles, serán reubicadas en diferentes lugares en lo que parecería va a ser una especie de “siembra al voleo” de reliquias sanduceras. Sin dudas, pocas veces se da una situación tan adecuada de aquel viejo dicho de “desvestir un santo para vestir a otro”. Porque eso resulta, sin ninguna duda, lo proyectado por el gobierno departamental para cumplir, pobremente, el compromiso contraído con el prestigioso investigador sanducero.
Por haber sido los primeros en difundir en estas tierras la magnífica labor del etnomusicólogo y por haber sostenido una y mil veces que Paysandú debe recibir con orgullo la muestra de su obra que ha ofrecido, es que nos sentimos autorizados para asegurar que la respuesta de las autoridades es claramente inadecuada. Porque destinar una sala de reducidas dimensiones, que hoy es parte de un museo histórico con una temática completamente diferente, para exhibir las piezas seleccionadas por Blanco Fadol parece ser más una displicente solución muy corta de miras que un verdadero aporte a la ciudad y un sincero homenaje al destacado sanducero y su obra.
Observando los museos que el etnomusicólogo dirige en España resulta realmente difícil imaginar qué es lo que se puede exhibir en una sala que no debe superar el centenar de metros cuadrados. Y, por otro lado, humorísticamente puede hasta imaginarse que no sería nada difícil que un visitante algo despistado llegara a la conclusión de que Leandro Gómez utilizaba una flauta hindú para alertar a los defensores de Paysandú.
Afortunadamente aún estamos a tiempo para rectificar el rumbo y concretar obras coherentes y de verdadero interés para la ciudad. Es así que se debe analizar y consecuentemente destinar de inmediato un local verdaderamente adecuado para dar cabida a la muestra de Carlos Blanco Fadol, hecho que debería resultar relativamente fácil ante la gran cantidad de locales desocupados, incluso antiguas residencias, que están disponibles en diferentes zonas de la ciudad.
Mientras tanto, los trabajos que se están realizando en el edificio del Museo Histórico Municipal servirían para que dicha dependencia pueda volver a exhibir aquellas valiosísimas piezas que fueron retiradas por falta de espacio físico, en una habitación refaccionada y completamente adecuada para ello.
Recordemos que Paysandú tiene una historia por demás destacada, casi sin parangón en la región, pues ganó su fama de heroicidad con la sangre de sus hombres y sus mujeres y su prestigio industrial y cultural con el sacrificio y el esfuerzo de sus habitantes honrando la tierra elegida por Artigas para establecer lo que puede considerarse la “Capital” de la patria artiguista.
En resumen, resulta muy claro que se impone una rápida revisión de la política municipal en lo referido a la conservación de historia y tradiciones de Paysandú, así como la forma de hacerla conocer tanto a sanduceros como a visitantes. Porque, a lo que planteamos con relación al Museo Histórico, se suma la situación casi de abandono que desde la última creciente ha sufrido el Museo de la Tradición, mientras que el Mausoleo al Gral. Leandro Gómez se ha convertido a esta altura en una húmeda y pestilente cueva a la vez que el denominado “Museo de la Defensa” muestra sólo eso: un nombre que –vaya a saber por qué razón-- está escrito entre comillas. Y, finalmente, el Monumento a Perpetuidad que, si bien no es un museo sino un “Monumento de monumentos” como bien lo definiera Miguel Ángel Pías, es un verdadero “lujo” que ha sido objeto de tratamientos tan dispares como la restauración de algunas partes mientras se deja otras al total deterioro, o en otros aspectos, la representación de obras teatrales históricas realmente magníficas hasta otras de trama incomprensible y desubicadas. A la vez la Capilla, como ha podido apreciarse en muchas oportunidades, suele ser transformada en un depósito de materiales o un lugar de esparcimiento para los responsables del lugar.
Contamos con una historia que nos debe llenar de orgullo, disponemos de los elementos y los conocimientos que nos permiten hacer de ella un motivo de admiración para propios y extraños. Démosle pues el lugar que se merece, el lugar que ganaron nuestros héroes y nuestros trabajadores, nuestras heroínas y nuestras madres. Paguemos nuestra deuda con aquellos sanduceros que nos precedieron con respeto, imaginación y habilidad.
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