Paysandú, Sábado 10 de Julio de 2010
Locales | 03 Jul Probablemente, para casi todos los uruguayos –o directamente para todos- el partido de ayer fue la película de su vida. Porque es muy difícil que cualquier otra película equipare a la “película” de ayer. Digo película por mi deformación de aficionado y fanático del cine y porque no voy a ser el único que lo ve así. Los avances tecnológicos de filmación conspiran para que la retina quede invadida de imágenes imborrables. El viejo replay ahora está acompañado de repeticiones de gestos, miradas, cuerpos en el aire, gritos y rostros que se descomponen de felicidad o tristeza en una cámara lenta que no perdona. Y si cualquier partido puede ser entonces toda una experiencia vital ¿qué decir del de Uruguay contra Ghana? El guión de ese filme no pudo ser más perfecto. Un país chico con un pasado glorioso muy pasado enfrentaba a los únicos representantes de un continente gigantesco. A pesar de eso y gracias a la mesura del equipo nadie dijo –absolutamente nadie- que fuese una instancia imposible de superar. Entonces la trama comienza con tranquilidad no sin cierto margen de lógica tensión. Pero los minutos pasan y el asunto se complica. Los héroes no son ni tan astutos ni tan fuertes y los contrarios –o sea, los “malos”- parecen tener chance. Y entre los muchachitos de la película hay uno que sobresale. Rubio, pintón, inteligente. Como si se tratara del protagonista de una película norteamericana. Y la mete y nos da una segunda oportunidad. Como todos los héroes son humanos el físico empieza a pesar, la película se alarga, se alarga hasta lo insoportable. Sin embargo, como se trata de una buena, no aburre sino todo lo contrario. El suspenso crece minuto a minuto. Cerca del final, los enemigos atacan y, para salvarnos, uno de los nuestros se sacrifica. Hace algo que no se debe y es castigado. Todo está perdido. El destino se ensaña y el final de la trama parece irrevocable. Parece, porque los otros también son humanos y también se equivocan, por suerte. Ya no es un segundo aire, es un tercero. Aquí los corazones no dan más. Tiros que nos pueden salvar y tiros que nos pueden eliminar. Ellos fallan pero nosotros también fallamos. La tensión parece ser creada por Hitchcock, el escenario es el de un duelo de western. Uno contra uno. El pitazo del juez y…
Más corazón que odio
Y la historia ya la sabemos todos. La alegría que parece infinita. Lo increíble. Todos contentos. Y lo mejor de todo es que no es una película. Es la realidad pura, incontestable. Tal vez lo único que puede unirnos nos ha unido. Inolvidable y profundamente dulce. Apasionada e inevitablemente nuestro. Muchos lo sienten cada día, muchos se olvidan donde viven. Ahora no, ahora todos sabemos quienes somos y muchos otros en el mundo también lo saben. Más que cualquier otra cosa eso debería ser suficiente. Saber y que sepan quienes somos. ¿A qué otra cosa puede aspirar un ser? ¿Qué otra cosa puede querer una nación? Todos saben lo que son los países europeos, los asiáticos y hasta los americanos del primer mundo. Constantemente nos están diciendo “acá estamos, así somos”. Y nosotros aceptamos que somos menos, que somos pobres y que somos chicos. Todo es verdad. Pero ahora, en esto somos mejores que ellos. Porque por más que se diga lo que se diga en el deporte es cuestión de ganar y de perder. Ahora nos toca a nosotros. Es una sensación incomparable. Es así porque se sabe que todos sentimos lo mismo, que es un país vibrando al unísono. Una jornada irrepetible. Para mostrarle al mundo que existimos, que no estamos predestinados a la derrota eterna, a ser “los que caen a picotear”. Sé que ahora vendrán caras extrañas a decir que esto es así “por el estado actual del fútbol y del mundo”, como si todo se diera así para nosotros porque todo está patas arriba. ¿Cuándo no se dijeron cosas parecidas?
Siempre. En una película se puede dar que los que llevan las de perder triunfen. Es algo que nos gusta mucho ver. Ahora se ha dado en la realidad. Ya sé que exagero, ya sé que una cosa es el fútbol y otra la patria. Que mañana todos vamos a tener que ir a laburar como siempre. Pero por una vez lo haremos con más corazón que otra cosa.
Fabio Penas Díaz
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