Opinion | 03 Jul Cuando estamos a pocos días de la asunción del gobierno departamental por la administración que encabezará Bertil Bentos desde el 8 de julio, y a la vez ya ha sido anunciada por el futuro intendente la integración de casi todo su equipo de colaboradores, no puede soslayarse que en el caso de Paysandú los responsables de ambas administraciones, la entrante y la saliente, están transmitiendo una señal de madurez a la población por la forma en que se ha procesado esta instancia.
No debe perderse de vista que no se trata de un tiempo fácil, porque sigue a una elección en la que cada uno ha expuesto sus argumentos ante la población, y que como en todo conflicto de intereses, siempre aparece algún elemento fuera de lugar o que da lugar a rispideces, quedan resabios y a la vez aspectos no debidamente procesados tanto dentro de las internas partidarias como hacia afuera.
Tenemos el cercano ejemplo de Salto, donde el ex intendente Ramón Fonticiella se negó a reconocer el resultado hasta último momento, pese a que los números eran indiscutibles, y tampoco felicitó al sucesor, Germán Coutinho.
La transición también ha sido muy problemática, con reproches desde uno y otro lado, cifras contradictorias sobre contratos, déficit y número de funcionarios, al punto de que insólitamente, en sesión del Senado, Fonticiella, en calidad de senador, trajo el tema a colación y se “trenzó” en airada discusión con Coutinho, quien ejerce el mismo cargo, con sus colegas tratando de apaciguar los ánimos.
En Paysandú no todo han sido rosas, hay posturas y evaluaciones contradictorias respecto al déficit y otros elementos en juego, pero no puede negarse que los encuentros entre las partes se han desarrollado con muy buena disposición, en un ambiente distendido y sin reproches mutuos, lo que es un buen indicativo y un mensaje adecuado de un sistema político que por lo menos en esta oportunidad ha estado a la altura de las circunstancias.