Deportes | 05 Jul Lo primero que se cruza en la cabeza al ver lo que ha sucedido con la selección uruguaya de fútbol en el Mundial 2010, es que este equipo que orienta Oscar Tabárez ya cumplió.
El sentimiento que nace es de reconocimiento al plantel y al cuerpo técnico y que, pase lo que pase, Uruguay puede volverse con la cabeza en alto.
La sensación se hizo más fuerte cuando se clasificó como primero en el Grupo A, una serie complicadísima y en la que, así como Uruguay terminó primero, bien podría haber quedado afuera.
Se mantuvo la idea del deber cumplido cuando superó a una complicada Corea del Sur, para dar el salto histórico a los cuartos de final. Y ni hablar cuando, después de un partido ganado a la uruguaya --más allá de la tanda de los penales y todo lo que se vivió en esos instantes finales del alargue frente a Ghana—la Celeste se metió entre las mejores cuatro selecciones del mundo.
Ahora, ¿Uruguay ya cumplió? ¿No importa que se salga primero, segundo, tercero o cuarto? Lo dijo Abreu: “la historia manda y hay que seguir buscando”. Y es cierto. Pase lo que pase mañana, hoy la selección debe alejarse de ese pensamiento del deber cumplido, por la sencilla razón de que está a dos pasos de meterse otra vez, desde 1950, en el sitial más alto del fútbol universal. La gloria está a dos partidos, complicadísimos sin dudas, pero está ahí. Más cerca que nunca, y quizá sea una oportunidad irrepetible. Por eso, Uruguay debe tenerlo claro: todavía no está cumplido. Y, este grupo de jugadores y el cuerpo técnico, lo tiene. Saben que pueden ingresar en el inmenso libro de oro del fútbol uruguayo, que pueden volver a meter a este pequeño país en un lugar gigante. El pasaje a la historia, a la gloria, está al alcance de la mano; y, pase lo que pase, los jugadores dejarán el alma para alcanzarla. STB