Paysandú, Sábado 10 de Julio de 2010
Locales | 07 Jul Más desierto que un domingo. Así estaba Paysandú ayer a las 15.30. Casi nadie en sus calles, los comercios y oficinas en su inmensa mayoría cerrados y un ambiente festivo como pocas veces se ha visto.
En el centro, banderas, carteles y el póster de la selección que regaló EL TELEGRAFO, estaban en casi todas las vidrieras. En los barrios, igual. Hasta casas decoradas en su fachada con los colores patrios, algún que otro pasacalle alentando a la celeste cruzaba de cordón a cordón, y a pura iniciativa de los vecinos.
Salvo aquel inicial llamado desde la Presidencia de la República para que los uruguayos se embanderaran, nada hacía pensar que esa ola de “orientalidad” fluiría de casi todos los rincones, atravesando horizontalmente a la sociedad, uniendo a todos los ciudadanos bajo el mismo lema de “arriba Uruguay”.
La trascendencia
Es que pudo verse en este último partido -lo que probablemente se repita el sábado por el tercer puesto- una expectativa enorme, una esperanza grande de trascender. Que de hecho estar entre las cuatro mejores selecciones del mundo no es nada menor, y así lo hizo saber el pueblo sanducero y de los demás rincones del país cuando después del muy honroso 2 a 3 en que terminó el partido con Holanda, se salió a festejar igual por 18 de Julio. Como todas y cada una de las veces se salió a festejar, con cada escalón que subía Uruguay en el mundial de fútbol. Niños, adolescentes, jóvenes, maduros y veteranos, todos por igual marchando con la cara pintada, la bandera en alto, la bocina sonando y el grito de ¡Uruguay nomá! que conmovía solo de escucharlo sonando en tantas voces distintas.
La “religión” de los laicos
Algo así es lo que dice el diario español Correo.com, cuando señala que “el minúsculo y poco poblado Uruguay es el único país laico de Sudamérica que ha hecho del fútbol casi una religión. Vive, sufre y muere por el deporte rey desde hace un siglo”. Señal también que somos muy transparentes en eso, así nos ven de afuera. Pero es cierto.
Después de dos campañas electorales en los últimos seis meses, donde los ánimos se “caldearon” por las lógicas diferencias políticas, ayer y como en cada partido del mundial, Uruguay era uno solo. Ni siquiera las mismas rivalidades deportivas internas pudieron ensombrecer el trabajo de la selección nacional de fútbol. ¿Cómo pasa eso, o porqué? Eso es harina de otro costal, trabajo de sociólogos que seguramente alguien va a hacer. O debería.
El país encajonado
De cómo nos ven desde afuera, también puede tomarse para ese trabajo sociológico lo que dice el diario también español “La Vanguardia”, que publicó que “en el caso de Uruguay, participar en las semifinales del Mundial es ya una auténtica proeza.
Para un país de 3,3 millones de habitantes es realmente un acontecimiento inesperado. Hacerlo siendo el último representante de Latinoamérica, y mientras Brasil y Argentina han sido enviados a la lona, proporciona un orgullo y una alegría extra a los uruguayos, que siempre se han sentido como encajonados entre estos dos fastidiosos vecinos”.
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