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Paysandú, Domingo 11 de Julio de 2010

Los sanduceros festejaron el ser uruguayos, como en 1950

Locales | 11 Jul El casi gol de Diego Forlán, pegando la pelota en el travesaño, era lo que necesitaba la gente para que el partido con Alemania, casi, casi terminado, no fuera una derrota. En el Estadio Cerrado municipal “8 de Junio”, como en los bares, en las casas y donde hubiera una tele prendida, el grito de gol quedó saliendo de la garganta para convertirse en un suspiro, pero con alegría. Se peleó con ganas hasta el final. Uruguay cuarto, confirmando lo del pulpo, pero entre los cuatro mejores, y por poco un mejor puesto. Hoy el travesaño de Forlán, los centímetros que “se le corrió” el arco a Suárez, como antes con Holanda los “minutitos” que le faltaron al partido para ganarle, pautaron el cuarto puesto.
Garra y corazón
Y la gente festejó de nuevo. Salió a la calle, embanderada, con la cara pintada, cantando algo de la celeste y vivando a Uruguay. A pie, en bici, en moto o auto, de todas maneras la meta era “bajar” por 18 de Julio hasta la plaza Artigas, donde estar un rato entre nosotros, festejando. Para nosotros nomás, no para los demás, sino para saber que se recuperó, que está ahí nomás lo que niños, adolescentes y jóvenes sabían solo por cuentos: la celeste, pura garra y corazón.
Y no es nada menor el mérito de los jugadores, esos once corriendo atrás de una pelota. Como decíamos en nota anterior, el fútbol es, en Uruguay, casi como una religión. Y como tal tiene sus símbolos y figuras, que no son -sin desmerecer su esfuerzo- precisamente aquellos once, trece o quince que jugaron.
Azul y blanco, el símbolo
Los símbolos son, aunque suene chauvinista, la bandera, el himno (que con cuánta gana se cantó estos días), la camiseta celeste, lo que nos identifica. Y lo que vuelve a darle al país un sentido de nación. Sobre todo a los más jóvenes, que parecería que no lo tienen. Pero hete aquí que sí, y ese sentido de nación lo tienen bien arraigado, y sienten la camiseta, y sienten la bandera con alegría. Porque como país chico, económicamente de “clase media”, no son muchas las razonables opciones de destacarse. Pero Uruguay no ha sido “razonable”. No se achicó. Y tiene campeones mundiales, tiene medallas de oro y plata en olimpíadas, tiene el Oscar a la mejor canción de películas, tiene mentes uruguayas en el Instituto Pasteur, en la NASA, en las Naciones Unidas. Y tiene los, para nosotros, grandes campeones del fútbol mundial que ayudaron a devolverle al país, y sobre todo a los jóvenes del país, ese sentimiento de pertenencia que estaba dormido.
La sirena de Paysandú
Como en cada ocasión donde el pueblo sanducero festeja, la sirena de EL TELEGRAFO anuncia un evento importante, acompaña y celebra con la gente. Y en este mundial, por suerte, sonó y se hizo oír. Los partidos ganados por Uruguay determinaron que el diario lo comunicara a la vieja usanza, retomando también un festejo necesario.
Como cuando Milton Wynants llegó a Paysandú con su medalla de plata, como cuando Paysandú Básquetbol Club fue vicecampeón de la liga uruguaya, y otras ocasiones especiales, o como se hizo durante años sonando a la medianoche de cada 31 de diciembre. La vieja sirena, que supo originalmente sonar diariamente en el obrador de la represa de Baygorria, una vez que finalizó la construcción fue adquirida por el diario. De esa manera se anunciaba que había pasado algo importante, algo que los sanduceros debían saber. Hay un “código”: suena tres veces, durante 40 segundos cada vez, con intervalos de 20 segundos. Desde la década de 1960 la sirena de EL TELEGRAFO también es comunicadora de las noticias que después son detalladas en las páginas del diario. Como ayer, sonó luego del partido. Y hoy todos los detalles están en el diario.


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