Paysandú, Martes 13 de Julio de 2010
Locales | 09 Jul Miguel Ángel Palomeque siente nostalgia de su Beisso natal y asegura que el día que tenga la suerte de jubilarse regresará a su pueblo.
Tiene 60 años, y conserva intacta en su memoria sus años vividos en el interior rural, afirmando que si volviera nacer le gustaría que fuera en pueblo Beisso.
“Me gusta ese costumbrismo que sigue manteniendo el vecino hablando alambrado por medio. O aquel otro pidiendo una cebadura de yerba. Esa solidaridad que conservan los pueblos de campaña, terminan por ser la raíz por la cual uno queda siempre prendido, añorando todo eso y queriendo volver”. Miguel tiene ocho hermanos, 5 varones y 3 mujeres, y su origen como músico y compositor se remonta a tiempos en los que su padre tenía un boliche de campaña.
Vivió en pueblo Beisso hasta los 18 años de edad y rescata que por aquellos años no existía el servicio de energía eléctrica en la zona. “Nosotros estábamos tan acostumbrados a caminar por la oscuridad cuando nos trasladábamos de un lugar a otro, que resultaba lo más natural”.
“Cuando veníamos desde Beisso a Piñera – dos pueblos separados únicamente por la vía del ferrocarril – disfrutábamos del atractivo que significaba ir a esperar el pasaje del tren nocturno. Cuando desde Cuchilla del Fuego se traían vacunos para embarcar en Piñera, era una verdadera fiesta para todos nosotros porque venían los troperos y cuando ellos llegaban al lugar sabíamos que abundaba la carne asada. Cuando la escuela 10 organizaba quermeses, provocaba un gran movimiento en el pueblo, porque como no había luz eléctrica la iluminación artificial era posible a través de generadores. Entonces hacían el extendido de cables para esa ocasión y era como una magia ver todo aquello durante un sábado y domingo con la escuela iluminada”.
Miguel asegura que su conservatorio musical fue el boliche de campaña.
“La tengo bien clarita, porque éramos una familia numerosa y mi padre era alambrador, se hacían muchos metros de alambrado en tiempos de las vacas gordas. Siempre le gustó tener un acordeón de dos hileras y una guitarra dentro del local. Entonces a veces aparecía alguien que se ponía a improvisar alguna milonguita. Siempre digo lo mismo y hasta parezco reiterativo, porque mi conservatorio musical fue el boliche de campaña de mi padre”. Le gusta mucho la justicia y que la gente esté bien y ser solidario, por ese motivo lo identifica con la letra de la canción de su autoría “Vaya con la diferencia”.
El mejor escenario que pisó fue la sala Zitarrosa en la capital del país, cuando le pidieron un bis y cantó “Vísperas de navidad”, un villancico de su autoría. La grabó con Vera Sienra y Numa Moraes. “Fue una noche inolvidable para mi”.
No tiene muy en claro si la mejor canción ya la escribió o todavía está por venir, y ello depende del momento de inspiración, pero afirma que entró por la puerta grande cuando Alfredo Zitarrosa incluyó en su repertorio dos temas suyos. Dieciséis grupos profesionales uruguayos han incluido parte de su material en sus repertorios y en Argentina Los Hermanos Cuestas también cantaron sus melodías. Creador de un repertorio que supera las 100 canciones, Miguel se muestra fiel a sus raíces. “Si no sabemos de donde venimos, no sabemos hacia donde vamos. Tal vez sea muy conservador, pero es importante estar prendido a la raíz. Siento mucho respeto del vecino rural, porque compartí con esa gente y aprendí mucho de todos ellos”.
Fue peón rural y milico de campaña. “Trabajaba en la estancia San Ramón por el ‘70 y pico, una época difícil para mí. Yo estaba algo cansado y quería cambiar, tal vez trabajar en alguna cosa más liviana. Entonces entré como milico de campaña, en tiempos en los que había que hacer de agente de segunda, agente de primera, cabo y sargento, porque uno tenía que resolver los problemas de la gente. Por eso el uniformado de campaña es muy distinto al de ciudad. No era mi vocación y como yo mismo digo lo hice por la vieja… por la vieja necesidad”.
En algún momento se le cruzó por la cabeza que cierto día llegaría a trascender, porque sus letras hablaban de las cosas simples de la vida y ello identificaba a la gente. “Era una propuesta honesta por haberlo vivido en parte”. Se siente un mensajero de su pueblo y de la campaña. “Yo digo que son vivencias musicalizadas y basadas en hechos reales”.
Fue inevitable no recordar una situación comprometida que lo llevó a escribir la letra de una de sus canciones más conocidas, de nombre “Un falta livianita”.
“Menos mal que lo tomé con humor. Tal vez ya no quería estar más ahí y busqué una excusa, no sé muy bien lo que pasó.
“Ese día había que recibir a un ómnibus policial que traía correspondencia para distribuir en el pueblo. Precisamente fui a entregar una de las cartas a un comercio y fue uno de esos días que uno tiene ganas de tomar una cosita. Entonces pedí una grapa, después vino otra. Luego me invitaron para comer un puchero y empezamos a entreverar vino, de esos vinos de campaña que son camorreros. Eso me atrapó. Siento un poco de vergüenza, pero trato de superarlo. Imagínate a un policía correctamente uniformado haciendo eses por el pueblo: quedaba horrible. Lo peor del caso que cuando llegué al destacamento le dí franco a los otros tres milicos. Todo eso me costó estar privado de la libertad durante un tiempo”, finalizó.
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