Paysandú, Sábado 17 de Julio de 2010
Locales | 16 Jul Cuántas veces hemos pasado por un lugar sin conocer cuál fue su origen. Seguramente el interior rural conserva un espectacular patrimonio de sitios que guardan interesantes historias. Escaramuzas armadas, batallas y conflictos bélicos que repercutieron profundamente en la construcción de la historia de nuestro país, o aquellos capítulos de quienes simplemente se afincaron en el territorio, soñando con construir un futuro mejor.
Precisamente el presente relato intenta rescatar uno de esos capítulos, de aquellos inmigrantes – quienes junto a los criollos formaron familias y buscaban nuevos horizontes – eligiendo a nuestra campaña para proyectar sus respectivas vidas.
Paso Gallardo está ubicado a 6 kilómetros al norte de Parada Esperanza. En la zona confluyen los arroyos Las Isletas y el San Francisco Grande. Lleva ese nombre en memoria a don Gregorio Genaro Gallardo, quien por el año 1880 contrajo matrimonio en el lugar con Primitiva Blanco, una europea procedente de Galicia. Recorrer el lugar nos permitió apenas tener una aproximación sobre aquellos tiempos fecundos, donde las cosechas resultaban abundantes y las familias eran particularmente numerosas.
Tras recorrer unos cuantos kilómetros de polvorientos caminos vecinales, descubrimos una vieja casona. Un aljibe que todavía se mantiene en pie y unos herrumbrados alambrados, registro elocuente de que allí vivió una familia. Hoy el abandono ha ganado terreno, pero nuestro guía se las ingenia para reconstruir parte de la historia.
“El origen de esta casa es de finales de 1870. Mi abuela llegó a este lugar cuando tenía apenas 16 años cumplidos y contrajo matrimonio con mi abuelo cuando cumplió los 19”, comienza narrando José Aníbal Gallardo, nieto de Primitiva Blanco y de don Gregorio Genaro Gallardo. “Ellos tuvieron 12 hijos, siendo mi padre Tiburcio Primitivo Gallardo. Luego se casó con mi madre, Juana Soledad Lassaga. De niño recuerdo que esta zona era mucho más habitada que ahora. Por la década de 1960 vivían entre 15 a 20 familias. Entre Paso Gallardo y Colonia 19 de Abril existía un pueblo de nombre Las Curullas. Se trataba de un rancherío del cual no quedó ni rastros. El establecimiento más importante era la estancia La Porteña. Por aquellos tiempos andaba mucha gente y por día cruzaban por el arroyo San Francisco una importante cantidad de andantes, entre 12 a 15 personas a pedir trabajo a los Giossa, que eran los propietarios de la estancia”, agregó.
José Aníbal Gallardo (56), tiene 4 hermanos. Nació en la Colonia 19 de Abril y cuando cumplió los 12 años se fue a vivir a Paso Gallardo. Fue a instancias de su padre quien compró una chacra cerca de la casa de su abuelo. “Definitivamente eran otros tiempos. Yo iba a caballo a la escuela de Parada Esperanza”.
Como gente de campo producían de todo y comercializaban pavos, gansos y gallinas. “También teníamos algunas ovejas y todo tipo de ganado”.
“En esta casona se hacían grandes fiestas para los cumpleaños familiares, también en nochebuena y fin de año. Cierro los ojos y parece que me veo correteando de un lado para otro”. Mientras avanza en su relato, José Aníbal rememora tiempos de los que siente particular nostalgia, aunque no se deja atrapar por la melancolía.
En 1977 se fue para Esperanza y en 1979 entró a trabajar en la planta de Conaprole en el mismo centro poblado. Estuvo 22 años, pero en la actualidad está dedicado a la construcción. Casado con Magdalena Billi son padres de 2 hijos, Marcos (23), Bruno (27). Mientras observa detenidamente el entorno, intenta trazar una línea entre aquellos años y el presente. “Hoy la vida es muy tranquila aquí. Si bien nunca se me cruzó ir a vivir a la ciudad, mi hermana siempre me decía, por qué no me marchaba para otro lugar, para que los gurises tuvieran un mejor futuro. De todos modos no estamos tan lejos, y las posibilidades de crecer están”.
Sobre el final José Aníbal hace un apartado sobre la incidencia que tuvo el tren por estos lugares. “El Nocturno fue un atractivo en épocas cuando cruzaban los convoyes hacia otros destinos. Una vez me fui a pasear con mi hermana desde Esperanza hasta Salto, a estación La Paloma. Nos tomamos el tren en la parada a las 7 de la mañana y llegamos a la una y media de la tarde. Eran tiempos de mucho movimiento en la zona. Se cargaba carbón vegetal que llegaba en carretones desde el río Queguay. Se embarcaba en tiempos de Colepay. También venía el ejército, instalaban las carpas en los alrededores y hacían los entrenamientos”.
“Estaban los galpones de cereales de la Cooperativa Agraria Esperanza Limitada (CAEL). Los tiempos cambian; hoy de todos modos hay mucho movimiento por la ruta con buena frecuencia de ómnibus. Ahora es mejor que antes. Tal vez antes había otros códigos de convivencia”, reflexionó.
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