Opinion | 24 Jul La instrumentación del Plan Ceibal durante la administración Vázquez posicionó a Uruguay entre los países con políticas específicas para el abatimiento de la brecha digital, en un mundo donde todo proceso, desde el más elemental hasta el de mayor complejidad, posee un contenido informático. Aun con dificultades y en medio de una controversia sobre los verdaderos alcances pedagógicos del programa, las computadoras XO comenzaron a llegar a todas las escuelas del país, modificando sustancialmente las costumbres y hasta la clásica imagen del escolar, hoy indivisible del ordenador portátil blanco y verde.
Uno de los primeros problemas que enfrentó el Plan fue la adaptación del recurso a los programas y las necesidades del día a día en el aula. También hubo docentes que, en muchos casos exentos de capacitación, vieron con desconfianza el nuevo escenario e intentaron mantener metodologías de enseñanza alejadas a la utilización de herramientas informáticas. No obstante, los problemas fueron paulatinamente superados y hoy, aun con matices, niños y adolescentes han incorporado definitivamente la computadora portátil a su cotidianidad. Quizá sea prematuro establecer si el Plan Ceibal significó o no una revolución pedagógica, pero algunas cifras indican que todavía existen barreras por superar.
De acuerdo a un estudio elaborado por el área de Monitoreo y Evaluación del Plan Ceibal, actualmente un 27.4% de las XO no están funcionando, ya sea a consecuencia de roturas, extravíos, robos, o por estar en reparación o bloqueadas. Este porcentaje se dispara en las escuelas de contexto muy desfavorable, alcanzando el 33,7%, mientras que en las de contexto favorable cae hasta el 16.7%.
Las autoridades intentan revertir la situación a través de la habilitación de un call center habilitado de 8 a 20, los “Ceiba-móvil” y la entrega de computadoras extra para “asegurar la utilización en clase”, así como la disminución de los costos de reparación y la descentralización de los centros encargados de esta tarea. No obstante, la situación demuestra que es necesaria mayor capacitación docente y del núcleo familiar, ya que de esto depende en gran medida la continuidad de un programa cuyos alcances desde el punto de vista pedagógico aún son objeto de discusión.