Opinion | 20 Jul Todos sabemos que hay organismos del Estado que funcionan bien, regular o mal porque está bien claro que “en todas partes se cuecen habas”. Sin embargo, hay noticias que sorprenden, preocupan y hasta podemos decir que alarman.
A comienzos de este mes, mientras celebrábamos goles y tronaban las vuvuzelas, el Senado de la República otorgó la venia para la designación de tres nuevos embajadores que nos representarán en Italia, Francia y El Salvador. Se trata un hecho casi como “de trámite” y que solo en un caso generó debate y que finalmente no fue votado por un sector del Partido Colorado.
Sin embargo, esto resulta casi intrascendente ante las expresiones de senadores de todos los partidos, todos, sobre la situación interna de la Cancillería de nuestro país. Sin excepciones apuntaron a las dificultades que existen para trabajar en esa Secretaría de Estado.
Las crónicas de los medios montevideanos recogen frases de varios legisladores que pintan un panorama que parece muy alejado de lo que se supone debería ser una organización compacta, coherente, respetable y eficiente.
El senador Enrique Rubio (FA - Vertiente Artiguista) indicó que la “interna de la Cancillería es muy dura”. Ope Pasquet (colorado, vicecanciller en el primer gobierno de Julio M. Sanguinetti) aseguró que “en el ámbito del Ministerio de Relaciones Exteriores hay actitudes humanas que no son las mejores”.
Mientras tanto, Sergio Abreu, senador nacionalista que fue titular de Relaciones Exteriores entre 1993 y 1995 durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle afirmó categóricamente: “La Cancillería no es fácil. Hay intereses cruzados, pasiones exacerbadas, se cultiva el individualismo y el egoísmo. Se pierde el sentido corporativo y hay un juego de enfrentamientos. Muchos de los que se quejan se han aprovechado de circunstancias que no son favorables”.
Al discutirse la venia para designar a Omar Mesa, un funcionario de carrera, el Senador Rubio recordó que cuando aquel comenzó “la recomposición de su carrera, su expediente estuvo desaparecido bastante tiempo”. La senadora Mónica Xavier (FA - Partido Socialista), en relación a los dichos de Rubio, indicó: “la vida de Omar Mesa no fue fácil. Fue preso político y estuvo con obstáculos posteriores a su liberación. Hay que entender que muchas veces la postergación de algunos reclamos es entendible en determinadas historias de vida. Y sistemáticamente cada vez que Mesa intentaba la recomposición, mágicamente desaparecían expedientes en la Cancillería”.
La designación de Omar Mesa, director general del Ministerio de Relaciones Exteriores, fue también objetada por la Asociación de Funcionarios del Servicio Exterior por entender que no se ajusta a derecho. La gremial recurrió una resolución del gobierno de Tabaré Vázquez por la que se recompuso la carrera funcional de Mesa, otorgándole la función de ministro consejero.
Resulta evidente que por encima del debate referido al otorgamiento de venias para los nuevos embajadores, sobrevoló en el Senado la preocupante sensación de que las cosas no están nada bien en el interior del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Que se afirme que hay una “interna dura”, que “no es fácil trabajar”, que hay “actitudes humanas que no son las mejores, que existe individualismo y egoísmo”, resulta alarmante.
Bien sabemos que “en todas partes se cuecen habas” y que es muy difícil de corregir, pero que llegue al extremo apuntado en la Cancillería de la República debe hacer sonar alarmas en todos los sectores de la nación.
No olvidemos que el Ministerio de Relaciones Exteriores es la avanzada de la imagen nacional, el respaldo directo para quienes nos representan en todos los países del mundo, el elaborador de acuerdos y tratados, de alianzas y negocios por lo que resulta pues necesario, indispensable diríamos, que se actúe con serenidad y firmeza para que se ajuste la “interna” de dicha Secretaría de Estado a las normas tanto legales como humanas en beneficio de la misma y, en definitiva, del país en su totalidad.