Paysandú, Martes 27 de Julio de 2010
Locales | 23 Jul Nació en Tres Bocas de Cerro Chato. Vivió hasta los 14 años en la campaña sanducera. A lo largo de su carrera artística ha cosechado amigos, adquirido conocimiento y alcanzado trascendencia. Alberto Chichí Vidiella (77) es reconocido por su impresionante aporte a la música contemporánea sanducera y uruguaya.
Adolfo Tito Mendaro, Nepomuceno Terra, los Hermanos Pina y Alberto Bargas son algunos de los artistas que han escrito letras evocando su trayectoria. Concurrió a la escuela 16 de Cerro Chato y su maestra – Alba Rezzano de Vidiella – era una tía, casada con un hermano de su padre. “Fui compañero de banco de mi primo Teófilo Cacho Vidiella y tanto a él como a mí nos exigía más de la cuenta. Mi padre tenía un almacén en la zona de Tres Bocas. Al tiempo enfermó, yo quería estudiar bandoneón y por suerte por aquellos años –teniendo en cuenta que no hice liceo– pude acceder a un buen nivel de cultura general. Quería aprender bandoneón con Tito Lemes, que era primo hermano de mi abuela. Yo tocaba un acordeón chico de dos hileras, pero a los pocos meses tuve que regresar a Cerro Chato para ayudar a mi padre en el almacén. Finalmente mi padre enfermó y yo me quedé a vivir acá, dedicándome de firme a la música. Por supuesto que también tengo gratísimos recuerdos de mis amigos de la adolescencia: Hermoso, Fagúndez y Vázquez”.
“Soy conocido, pero no creo que sea importante”, comenta como al pasar nuestro entrevistado. Confiesa que “se adelantó al nacer, porque su madre era atendida por el doctor Langón, y en uno de los controles antes del parto, llegué al mundo antes del tiempo previsto”.
Sus espejos musicales se remontan a tiempos de Ciriaco Ortiz, a quien escuchaba en una vieja vitrola de su abuela. Le gustaba mucho un vals titulado “Una Lágrima”. Como bandoneón del Litoral le encantaba Isaco Abitbol, que fue un gran compositor e virtuoso del instrumento. La primera orquesta típica que lo atrapó fue la de Osvaldo Pugliese y en la actualidad se identifica con la de Leopoldo Federico. “Aprenda Electrónica en 15 Días” y “Chilibandan” le permitieron incursionar en música fusionada. “Eso fue algo espectacular y fantástico para mi, me permitió conocer otros códigos”.
Comenzó a ejecutar los primeros acordes en un acordeón de una hilera a los 8 años de edad. Incursionó desde muy joven en importantes escenarios. Vidiella cree en el destino y está muy contento de haber nacido en Uruguay y en la campaña sanducera, y complacido de su vida en Paysandú.
“Creo mucho en el destino y estoy muy contento de vivir acá”, comentó. Siempre quiso estudiar armonía, pero en Paysandú no había con quien aprender teoría. “Recién pude hacer armonía, contrapunto y solfeo –que es el estudio de los acordes– con Carlos Mañay, un maestro que tuvo la banda municipal. Estudié un año y me llevaba apurado, porque yo estaba grande y ya había cumplido los 40. Fue en uno de mis viajes a Buenos Aires que me hice de un material de contrapunto. Pero, por esas cosas de la vida a mi regreso el profesor se tuvo que ir porque se había quedado sin trabajo y yo me quedé sin maestro”.
Hace un tiempo Vidiella cumplió 62 años de músico. Se autodefine como un gaucho disfrazado; “sí, porque estoy de prestado en la ciudad”. Le gustaban mucho las actividades criollas y las jineteadas, aunque confiesa que hace unos cuantos años que no le llaman la atención. “Han perdido su atractivo”, aseguró.
Participó de la gran movida porteña en 1977. Allí surgió la posibilidad de grabar un disco de música paraguaya escrita por Juan Bernardino Méndez, padre de un amigo. “Me quedé 6 o 7 meses, siempre tocando folclore, pero tuve que regresar a Paysandú”.
Subió por primera vez a un escenario antes de tocar con Aníbal Sampayo por el año 1949. “Habíamos armado una orquestita, con un cantor de apellido Caporale, pero que respondía al nombre artístico de Héctor Arroyo. No lo recuerdo muy bien, pero debe haber sido en algún baile. La formación se llamaba ‘Orquesta Juventud’; fue ejecutando el bandoneón. Pero en 1948 toqué por primera vez en radio, fue en la fono platea de CW 35 Radio Paysandú”. De las múltiples anécdotas rescata la vez que tuvo que tocar a pedido en el consultorio de un médico y en plena consulta de pacientes. Mientras que tiempo después actuando en un boliche tocaron junto a un guitarrero sin querer para una persona que falleció dentro de un auto. Pero se enteró días más tarde que al del auto lo habían sacado duro y muerto.
“El hombre llegó y estacionó el auto frente a la puerta y no se bajó. Terminamos de tocar y nos fuimos. Pensamos que se había quedado dormido”. No menos impactante fue tocar en el cementerio.
“Tuve que ejecutar un par de piezas a pedido del hijo de un amigo fallecido, un momento de alta carga emotiva para mí y los familiares del difunto”.
A través de una Fundación norteamericana acaba de grabar en el sello Sondor de Montevideo en un rescate de música folclórica que pretende registrar música de varios países latinoamericanos.
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