Opinion | 06 Ago El gobierno departamental encabezado por Bertil Bentos proyecta reimpulsar la política de biocombustibles mediante la reactivación de la planta de Pueblo Esperanza, inaugurada en 2003 y primera en América en ser gestionada por un gobierno departamental. Por razones no del todo claras, la anterior administración municipal no consideró estratégico el desarrollo de combustibles alternativos, por lo cual las instalaciones ubicadas a 15 kilómetros de Paysandú no volvieron a producir, ni tampoco fueron sometidas al necesario proceso de actualización, tarea que el actual Ejecutivo se apresta a completar con la colaboración del ingeniero argentino Ricardo Carlstein. La introducción del biodiesel a la operativa de los vehículos municipales generó una controversia que se tradujo en dos grandes corrientes de opinión, una afín y otra antagónica a la viabilidad de la producción y utilización del combustible por parte de la comuna. A pesar de ser pionero en legislación de biocombustibles, en nuestro país existe un enorme mecanismo logístico al servicio del refinado y transporte de combustibles derivados del petróleo, del cual dependen miles de fuentes de trabajo, principalmente en organismos del Estado. Esto indica que la introducción de posibilidades energéticas alternativas implicará un largo proceso. Los defensores de la utilización de biodiesel insisten en que la relación costo-beneficio de los derivados del petróleo es desfavorable, ya que generan gastos desde su traslado vía marítima hasta su refinado, a lo que se agrega su distribución al resto del país, donde finalmente se convierte en energía productiva. También se plantean cuestiones de tipo ambiental, producción de derivados y sujeción a los avatares del mercado internacional del petróleo. La cuestión es que la comuna ratifica su apuesta a una estrategia que, de aplicarse debidamente, puede generar fuentes de trabajo, ahorro energético y contribución real al cuidado ambiental. Lo importante es no interrumpir y jerarquizar los procesos, porque de lo contrario difícilmente podrá impulsarse la transformación cultural necesaria para consolidar definitivamente a los biocombustibles como política estratégica.