Paysandú, Domingo 08 de Agosto de 2010

Siempre a morir en la capital…

Opinion | 03 Ago Recientemente la ciudad de Salto fue centro de una “movida” popular que contó con una amplia convocatoria de representantes del gobierno nacional, instituciones de la salud públicas y privadas, así como organizaciones sociales, por las que se apuntó a reactivar el planteo, que data ya desde hace varios años, de las fuerzas vivas salteñas de contar con un Centro Cardiológico Regional que permita brindar servicios de medicina altamente especializada a los residentes de varios departamentos de la región, tanto del Litoral como del Norte del río Negro.
Lejos de una simple aspiración, estamos ante el justo reclamo de buena parte del país por contar con un servicio que en los hechos está vedado para cientos de miles de uruguayos a medida que aumenta la lejanía de Montevideo, donde están concentrados todos los institutos de medicina altamente especializada (IMAE), por lo que aquellos que estén requiriendo de esta alta tecnología en el área de la salud en el Interior, ven limitada seriamente sus posibilidades de atención y sobrevida por el factor geográfico.
Y si en todas las áreas de la salud este es un aspecto que va en desmedro de la calidad de vida de los habitantes del Interior, en el caso de los tratamientos médicos de urgencia del área cardiológica estamos ante un elemento de vida o muerte para los pacientes con crisis cardíacas y/o problemas coronarios, si tenemos presente que la respuesta debe darse dentro de la primera hora y media de ocurrido el incidente cardíaco tras la primera atención por las unidades coronarias.
Es decir que la instalación de por lo menos un IMAE cardiovascular en el Interior es un imperativo que no se ha concretado todavía porque el centralismo que impera en las esferas gubernamentales en nuestro país se ha encargado de boicotear toda iniciativa que pretenda instalar siquiera un instituto de estas características al Norte del Santa Lucía, lo que podría parecer coherente si consideramos un radio de hasta unos 150 a 200 kilómetros de la capital, pero no cuando estamos refiriéndonos al litoral Norte, el Norte y el noreste del país, donde las distancias pasan a ser asunto de vida o muerte frente a un trance de estas características.
La iniciativa de Salto ha merecido el respaldo unánime de autoridades y fuerzas vivas de la región, al punto que en el reciente encuentro al que nos referíamos se hicieron presente intendentes de otros departamentos, en respaldo de un reclamo que ha pasado ya por gobiernos de los tres partidos, y que sin embargo solo se ha ido en promesas y “palmaditas” en la espalda por los representantes del poder central, pero cuyas presuntas buenas intenciones nunca se han traducido en hechos.
Las anteriores autoridades de la Administración de los Seguros de Salud del Estado (ASSE), habían considerado ya un proyecto de estas características, e incluso se anunció que se le habría dado el visto bueno en su momento, pero cada vez que se ha entablado una gestión para establecer en qué grado de avance se estaba, invariablemente se ha constatado que hay desconocimiento del planteo y que la presunta decisión favorable no ha quedado registrada en papeles y muchos menos en las acciones, por lo que se infiere que seguimos en fojas cero, con todo por hacer.
Inversiones en equipos de alta tecnología, ámbitos de especialización profesional y canalización de dinero a través del Fondo Nacional de Recursos (FNR), en base a una demanda que se sostiene en pacientes de todo el país que convergen en Montevideo, constituyen elementos claves para que se dé esta ecuación que ha sido determinante para cortar el paso a decisiones políticas, con apoyo en elementos técnicos, para instalar IMAE en el Interior, a lo que se ha agregado prescindencia de legisladores e intendentes que sobre todo en el caso del Frente Amplio, han preferido alinearse y hacer buena letra con las decisiones del gobierno central antes que luchar por el bienestar de los habitantes de los departamentos que los han elegido, como ocurrió durante la administración anterior. Y con o sin Sistema Nacional Integrado de Salud, con o sin Fonasa, pese a las promesas, sigue tan vigente como siempre el dicho de la conocida canción de Pablo Estramín respecto a que “hay que morir en la capital”, aunque en estos largos traslados hacia los distantes IMAE lamentablemente el olvidado ciudadano del Interior ya “la queda” a menudo en el camino, con desenlace irreparable, y lo que es peor, sin que hasta ahora se haya hecho algo realmente valedero para evitarlo.


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