Paysandú, Miércoles 11 de Agosto de 2010
Locales | 06 Ago Fue bollero, vendedor de pasteles y manisero. Actualmente trabaja en una empresa de seguridad, pero jamás renegó de lo que le destino le puso por delante. Lauro Daniel Gaya (46) aceptó contarnos parte de su historia, cargada de fuertes capítulos que lo consolidaron como hombre de trabajo. Nació en Montevideo el 9 de octubre de 1963. Tenía apenas tres meses cuando su abuela y una tía se lo llevaron para Guichón y jamás conoció a sus padres, de quienes solo sabe que desaparecieron durante la dictadura. Además tiene 2 hermanos, a quienes –según relata-- tampoco conoció.
Como su abuela era cocinera en las estancias, vivió un tiempo con ella en el establecimiento de Mario Hiriart, cerca de Piñera, por el camino del puente de tablas. También estuvo en un establecimiento de Cuchilla del Fuego, “de un tal Pesce”.
“Andaba entre los corrales, pero eran más travesuras de gurí que otra cosa. Espantar a las ovejas, o esconderle algo algún peón eran mis andanzas”, relata Gaya, quien también vivió un tiempo en la estancia de los Naguila, cerca de Merinos.
En Guichón fue a la Escuela 5. “Recuerdo cuando vivíamos en el barrio Artigas, luego en Sineu y posteriormente en el barrio Tacuarembó. Sobre mi padre lo único que sé es que durante la dictadura se fue de Montevideo”, recuerda.
Con trece años recién cumplidos se mudó para Paysandú ciudad, a la casa de su tío Catalino Rodríguez. “Mi tío vivía en la Costanera casi frente al Centro de Peluqueros y tenía un pequeño taller de herrería. Pero, fue una familia amiga la que nos cedió una pieza en la que nos acomodamos para vivir. Recuerdo que ayudaba a mi tío con la fragua y en pequeños trabajos. Luego nos mudamos cerca de la cancha de Deportivo América. Fue cuando empecé a trabajar de mandadero en el Círculo Policial. Luego me consiguieron de mandadero en Casa Campo y posteriormente en la Industrial Paysandú, en donde trabajé durante año y medio. Hice de todo un poco, hasta que cierto día, una tía que tenía en Montevideo me preguntó si quería irme a conocer el lugar donde había nacido. Me fui a probar y alcancé a trabajar en un bazar de nombre Munich, en Fernández Crespo y Uruguay. Era tan jovencito que lo único que deseaba era conocer y aprender cosas. Alterné en varios trabajos. Fue un pasado lindo, porque conocí mucha gente”, añade Lauro, quien asegura que el tema de sus padres está superado.
“Mi abuela se movilizó por varios lugares para tratar de ubicar a mis padres, hasta en un programa de radio ‘El Espectador’, que se dedicaba a buscar gente”, continúa.
De su primer matrimonio tiene 4 hijos: Pablo Andrés, Johana Noemí, Paola Daniela y Carlos Daniel.
“Ellos ya están todos grandes y mantengo contacto con todos”, comenta.
En cuanto a su experiencia de vida, asegura que se queda con el tiempo transcurrido en el interior de Paysandú. “Aquellos años de mi niñez era todo más lindo y más sano. Cuando me vine para la ciudad encontré todo distinto. Antes nos juntábamos con los gurises del barrio a jugar al fútbol en el campito. Salíamos con mis amigos a comer una pizza y regresábamos cada uno para su casa. Todo era mucho más sano”, agrega.
“Era una pobreza en la cual no nos faltaba nada. Entre la familia nos ayudábamos y siempre teníamos algo para comer. Yo trabajaba porque me gustaba llegar a mi casa y traer mi plata. En tiempos cuando vivía en Guichón estudiaba en la escuela por la tarde y repartía verduras por la mañana. Años verdaderamente inolvidables”.
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