Paysandú, Martes 17 de Agosto de 2010
Locales | 13 Ago Trabajar a la par del hombre sin medir la capacidad de entrega. Ponerse a prueba todos los días parece ser la premisa fundamental que tiene Isabel Verón (51), quien desde hace 21 años trabaja como zafrera en las plantaciones de naranjas en la zona de Gallinal.
El encuentro fue casual y ocurrió durante nuestra visita al paraje La Cuchilla, en esos saludos de cruce que terminan por transformarse en una especie de reportaje sin mucho protocolo y por ende en un interesante relato. De hecho, doña Isabel, que tiene 12 hijos, se animó a relatarnos parte de su vida, mezcla de sacrificio y entrega por el trabajo.
Dedica más de 10 horas por día al trabajo para sustentar su hogar. “De casa salgo antes del amanecer, en plena noche y vuelvo con la luz de la Luna. Estuve 19 años haciendo mucho sacrificio, yendo a pie por los caminos vecinales, yo y mi alma solamente. A veces lograba tiraje con algún vecino que pasaba rumbo a Cerro Chato”.
“Siempre la he luchado, estoy terminando de criar a mis hijos y quiero lo mejor para todos, y si bien la mayoría de ellos ya formaron sus familias y tienen sus casas, todavía me quedan dos menores por cuidar y educar”.
Hasta la pasada semana estuvo internada por congestión y todavía está con licencia médica, en tanto un fuerte dolor en los riñones limita considerablemente su actividad.
“Trepar al árbol, subir a las escaleras y cargar las naranjas cortadas en las bolsas no es tarea fácil. La lluvia y el frío hacen más complicado el trabajo, pero no hay margen para quejas y hay que seguir adelante. La vida por estos lugares es así, lo tomás o lo dejás”, afirma rotundamente.
La joven abuela asegura que en estos trabajos rinde mucho más la mujer que el varón: “alguien se puede enojar con esto que digo, pero es la pura verdad. La mujer en el campo tiene que trabajar a la par del hombre y no queda otra”. En cuanto al invierno, afirmó que “está fatal, mucho más que el año pasado. Las heladas blanquean los campos y las noches son terribles, no hay cristiano que aguante ni abrigo que lo caliente”.
Mientras la conversación seguía su curso, Isabel marcó en todo momento que la vida para ella y sus seres queridos está en el campo, y si bien tuvo posibilidades de marcharse a otro lugar, se siente orgullosa de seguir habitando la tierra que la vio nacer, criarse y formar su familia.
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