Opinion | 14 Ago A pesar del presente de estabilidad y las buenas perspectivas de crecimiento económico, el anterior gobierno –encabezado por Tabaré Vázquez— y la actual administración liderada por José Mujica no han logrado modificar sustancialmente los índices de pobreza e indigencia, ni solucionar temas de fondo como la vivienda y la seguridad pública. La macroeconomía atraviesa un buen momento, pero las autoridades parecen impotentes para lograr que ese contexto favorable se traduzca en mayor y mejor distribución de la riqueza. En este sentido, la situación resulta preocupante, pero el panorama se complica aún más cuando reparamos en las posibilidades futuras. Según se desprende de varios estudios realizados en los últimos tiempos, un altísimo porcentaje de los jóvenes uruguayos no culmina sus estudios secundarios y otro número considerable se encuentra desocupado. Además, la mayoría de quienes acceden a un puesto de trabajo lo hacen en un régimen de baja remuneración y con pocas posibilidades de mejorar, ya que su escasa formación condiciona sustancialmente su futuro en el mercado laboral.
En plena etapa de negociación salarial, los sindicatos insisten en que el sector empresarial es poco proclive a traducir en mejores remuneraciones el contexto económico favorable, pero el reclamo parece simplista cuando el problema de fondo es aún más grave: la gran mayoría de los uruguayos no están capacitados para ofrecer mano de obra especializada y todo indica que esta situación seguirá agravándose. Recientemente el ministro de Trabajo, Eduardo Brenta, anunció el envío al Parlamento de un proyecto de ley de empleo juvenil, a través del cual se capacitará a 11.000 jóvenes para su ingreso al mercado laboral, lo que incluirá un régimen de pasantías tanto en el sector privado como en el público. El anuncio parecería un síntoma de que el gobierno interpreta mejor la coyuntura y apunta a mejorar la oferta de trabajo, para de ese modo abrir las puertas a que más uruguayos puedan beneficiarse de los buenos momentos económicos y defenderse adecuadamente cuando las cosas no vayan del todo bien.