Paysandú, Martes 24 de Agosto de 2010
Opinion | 21 Ago Días pasados se realizó en Paysandú el Primer Seminario Internacional sobre Potencial del Riego Extensivo en Cultivos y Pasturas, en cuyo ámbito pudieron conocerse los principales trabajos de investigación en el área que se desarrollan en Uruguay, así como en países como Brasil, Argentina, España y Portugal, entre otros.
Para el ciudadano común, este evento pudo haber transcurrido en el marco de una relevancia menor, pero el hecho de que se contara con la presencia de más de quinientos técnicos de nuestro subcontinente e incluso del ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Tabaré Aguerre, entre otras autoridades, pauta la importancia de esta problemática, que ha adquirido gran preponderancia sobre todo en los últimos años.
La actividad fue organizada por el grupo de desarrollo del riego, GTI Agricultura de Fagro, INIA y Procisur, y contó con exposiciones de destacados seminaristas que informaron sobre experiencias en sus respectivos países, los que en general coincidieron en que en nuestro país, y más en general en la región del sudeste de América del Sur, se han verificado en las últimas décadas tendencias climáticas que cualitativamente coinciden con las proyectadas, con incertidumbres, por los modelos en los escenarios climáticos de largo plazo.
Por supuesto, los vaivenes del clima no son cosa nueva, y la alternancia de períodos de lluvias excesivas y sequías ha sido una constante en la región, donde además no hay una cultura tradicional de riego, por lo menos desde el punto de vista extensivo, y en cambio sí existe esta apuesta en emprendimientos de carácter intensivo, sobre todo hortifrutícola, y últimamente en cultivos extensivos como el arroz, con vistas a la exportación, que tienen alta demanda de agua.
La variabilidad climática, que conlleva una gran imprevisibilidad en cuanto a la disponibilidad de agua en las implantaciones del carácter que sea, es en buena medida un elemento disuasivo para las inversiones en obras de riego, debido a que no se tiene la misma capacidad de retorno que el que se da por ejemplo en países donde existe la época de lluvias y la de sequía sin mayores alternativas, y que por lo tanto, pese al déficit, tienen un alto grado de certezas.
Pero las previsiones de escenarios de largo plazo sugieren además que la magnitud de dicha variabilidad interanual puede aumentar, lo que implica un desafío adicional para adoptar una estrategia integral de gestión de riesgos, y que como quedó de relieve en el seminario, debe contar previamente con la identificación de oportunidades y vulnerabilidades, reducir incertidumbres, identificar tecnologías que reduzcan el riesgo y políticas que ayuden a diferir y/o mitigar el efecto de eventos desfavorables.
Debemos tener presente que pese al elemento estadístico de que nuestro país tiene un clima templado y húmedo, hay parámetros extremos que se dan frecuentemente, que refuerzan la necesitad de contar con reservas de agua para riego, teniendo en cuenta además que el desarrollo de cultivos, agrícolas, la forestación y la alimentación a forraje implican una presión creciente sobre la disponibilidad de agua en los suelos, y que no puede dependerse exclusivamente de los avatares meteorológicos cuando está en juego la suerte de los emprendimientos.
Es cierto, como bien sostuvo el ministro Aguerre, no se puede invertir en regar cualquier cosa, lo que sabe además todo empresario que conoce la magnitud de las inversiones y como debe evaluarse la relación costo-beneficio, para no exponerse a quedar “con las ruedas para arriba” a las primeras de cambio y endeudado hasta el cuello con una inversión que no es rentable. Pero no es menos cierto que hay estadísticas de los bancos de datos agroclimáticos de las estaciones meteorológicas de INIA en el país, que indican que siempre se da un déficit hídrico de 180 a 240 milímetros durante los meses de primavera-verano, y que suplir este déficit con riego es redituable en el largo plazo, al constituirse en un instrumento para alcanzar o por lo menos aproximarse al potencial o la producción de materia seca y granos esperada.
En todos los casos, la incorporación del riego implica un costo que no es el mismo para cualquier emprendimiento, y el Estado debería tener su aporte en cuanto a orientación, investigación y eventualmente en contribuir a financiar obras que sean de uso compartido, como un ideal a seguir, pero también proveer líneas de crédito muy flexibles en el sistema financiero, a mediano y largo plazo, para mitigar los costos iniciales de las reservas de agua y sistemas de riego, como contribución al desarrollo de esquemas productivos que demasiado a menudo se enfrentan a disyuntivas sobre invertir o quedar expuestos a los avatares climáticos, pero por lo menos sin tener que hacer frente a compromisos financieros que podrían ser devastadores para su economía.
Y la premisa que surge de esta evaluación es que como bien sostuvo la licenciada Laura Piedrabuena, de Facultad de Agronomía e integrante del Grupo de Desarrollo del Riego (GDR), la viabilidad económica del riego extensivo en Uruguay, pese a su utilidad, no responde a condicionamientos absolutos, sino que pese a la teoría depende del sistema productivo, la sanidad de la empresa y los factores externos, como precios de los insumos, tasa de interés y el precio que obtiene el productor, entre otros factores, por lo que no hay una receta mágica y sí muchos elementos en juego a la hora de las decisiones.
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