Paysandú, Viernes 27 de Agosto de 2010
Policiales | 27 Ago Cuando a las 19 y 10 los ciudadanos que estaban esperando en las puertas del Juzgado comenzaron a convertirse en muchedumbre, nadie podía pensar que tres horas después la esquina de Zorrilla y Rincón se convirtiera en casi un campo de batalla. Sin embargo, allí empezó la violencia ciudadana, cuando una de las cubiertas traseras de la camioneta de la cárcel departamental fue pinchada con un elemento cortante.
Hacía ya más de cuatro horas que mucha gente iba y venía por Zorrilla, desde Rincón a 18 de Julio, esperando la salida de los malvivientes que estaban siendo juzgados. Solamente alguno de los presentes, y en general jóvenes vinculados a la familia de la profesora muerta, mostraban cierta agresividad hacia los menores detenidos.
Mucha gente y solidaridad
Había una importante rotación de quienes hacían la “guardia”. Caras nuevas se veían a cada momento, mientras otros se retiraban. Estudiantes liceales aún de túnica, jóvenes veinteañeros y de más años, adultos y hasta jubilados mostraban la doble condición de apoyo solidario a la familia de la víctima y repudio a los homicidas. No menos de doscientas personas.
Hacia las 19, muchos trabajadores que recién habían salido se concentraron en los alrededores del juzgado. Otros, y contando muchos adultos y muchas parejas, estaban tomando mate, observando. Muchos jóvenes ya impacientes gritaban también por justicia.
Cuando quitaron el vehículo de la cárcel para cambiar la rueda, vinieron dos camionetas y un patrullero policial. A esa altura el comentario llegó a este cronista: “vienen los del ATA de Salto”, el Agrupamiento Táctico de Apoyo, grupo policial de élite similar al GEO sanducero, pero con más experiencia en acciones represivas. Paralelamente, el jefe de Policía, Roque Arámbula, llegó al Juzgado con otros oficiales del comando y habló con quienes estaban sobre 18 de Julio intentando apaciguar los ánimos.
La presencia policial
A esa altura, eran más de 40 los efectivos policiales que rodeaban el edificio del Juzgado. Nueve vehículos policiales, incluyendo dos motos, habían llevado a los 12 agentes del grupo GEO, otros varios que trabajan en distintas comisarías y un número importante de agentes de Investigaciones intentaban controlar la situación.
A las 20:35 salió del edificio Mónica Inella, jefa departamental de INAU, quien aclaró a EL TELEGRAFO que los menores no estaban a cargo del INAU, sino de sus padres. Sobre qué pasaría a partir de entonces, dijo que “cumplí con mis actuaciones, andamos desde las nueve de la mañana con esto”. Aunque dijo que los menores serían directamente conducidos a Montevideo.
A las 21 llegó el grupo ATA de la jefatura salteña. Minutos después, Zulema, la mamá de la profesora, contó a EL TELEGRAFO que el juez le había adelantado que el proceso había terminado, pero que podría haber cambios una vez que llegara el expediente a Montevideo.
Para esa hora, los policías del ATA ya estaban dentro del edificio, frente a la puerta de entrada por 18 de Julio, y en una posición defensiva, todos de casco y con los escudos transparentes en alto. La muchedumbre que había en el atrio comenzó a gritar a la policía, enojada por su postura y reclamando justicia, mientras algunos pedían a gritos que dejaran salir a los homicidas para hacerse cargo.
Piedras y gases
Alrededor de las 23, empezó el movimiento en calle Rincón. Agentes del ATA y del grupo GEO tomaron posiciones defensivas para que los delincuentes pudieran abordar el móvil policial. Una lluvia de piedras empezó a caer sobre los agentes y quienes estaban cerca, como el propio jefe de Policía y también nuestro fotógrafo.
Luego, casi un pandemonium. Escudos arriba, garrotes y escopetas de balines de goma en mano, arrojando gases lacrimógenos, la Policía retiró la multitud que, enardecida, gritaba y arrojaba piedras. Vidrios rotos, algún ciudadano lastimado por una piedra perdida, muchos tosiendo y gritos destemplados alteraban la noche en Zorrilla y Rincón. Poco después, y a fuerza de gases y ostentación de fuerza, la Policía pudo retirar a los menores delincuentes y a la madre de uno de ellos, también procesada. Después sí la esquina quedó vacía, aunque los restos de vidrios y las piedras daban fe que ahí había pasado algo.
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