Paysandú, Domingo 29 de Agosto de 2010
Opinion | 22 Ago De acuerdo a un informe del Banco Mundial, los actuales esfuerzos de mantenimiento de la red vial en el Uruguay “no logran contrarrestar el ritmo de los daños causados por los camiones pesados que operan en los caminos primarios y secundarios”, por lo que el órgano multilateral de crédito entiende que restaurar los servicios ferroviarios es esencial para prevenir una degradación acelerada de las rutas viales. Según el organismo internacional, “si el mercado de productos forestales crece como está proyectado, en los próximos años el número de camiones se vería triplicado, causando un tráfico excesivo y un fuerte desgaste de la malla vial”. Con relación a AFE, la entidad sostiene que el ente tiene exceso de personal, su productividad es la más baja de los ferrocarriles de todo el continente y que la condición de la infraestructura “es deplorable”, lo que contribuye a redondear un panorama que seguramente no es nuevo para quien más o menos tenga alguna idea acerca de la situación del ferrocarril.
En similar situación se encuentra la red de carreteras y caminería en las zonas en las que se les ejerce mayor presión de uso, como es el caso de las zonas agrícolas y forestales. En fin, es un diagnóstico en el que, a esta altura, hay plena coincidencia en nuestro país y no puede haber nadie que legítimamente pueda sentirse sorprendido, por cuanto estamos ante un desenlace natural con el paso de los años, sobre el cual hemos advertido en nuestro caso en numerosas oportunidades, como así también lo hicieron otros actores, teniendo en cuenta que llegaría el tiempo de explotación de las implantaciones forestales, como así también el de transportar las cosechas hacia los lugares de salida, depósitos y molienda, con una creciente superficie implantada y perspectivas de seguir en sostenido incremento año a año.
Una clara muestra de las consecuencias de la imprevisión la constatamos a diario los sanduceros en el estado de las rutas 90 y 24, que presentan profundas huellas y destrozos por el peso de los camiones que transportan madera y las cosechas en las áreas agrícolas, a lo que deben agregarse los destrozos en la caminería que llega hasta las chacras y grandes superficies implantadas para sacar la producción.
A esta altura, cuando se aproxima el período de extracción del grueso de la producción forestal, y las carreteras están atiborradas de cargas, es evidente que por más que se reparen a cero y se trabaje a pleno en los caminos de penetración, lo que se requiere sobre todo es aliviar el tonelaje que se transporta por este medio, y que debe apelarse a la multimodalidad para hacer frente al desafío de jugarse a las exportaciones de materias primas de gran volumen y bajo valor relativo sin una logística adecuada para hacerlo. El imperativo, por lo tanto, es abordar en varios frentes este problema, apostando a potenciar alternativas como el ferrocarril y el transporte fluvial para hacer el enlace con las zonas productivas, dos modalidades que han sido postergadas durante décadas en un país en el que por muchos --demasiados-- años, se apostó a llevar todo hacia Montevideo por carretera, como si nos sobraran el petróleo y los recursos para atender la red vial, así como el mantenimiento y reposición del parque de tracción carretero. El tema de la caminería rural estuvo este jueves en la agenda de la reunión que mantuvo el presidente José Mujica con los dirigentes nacionalistas Jorge Larrañaga y Luis Alberto Lacalle, oportunidad en la que señalaron al mandatario que el sistema vial está a punto de colapsar. Al término del encuentro Lacalle manifestó satisfacción por el “grado de pragmatismo” de Mujica, quien expresó durante el encuentro que “no va a ser posible encarar la obra pública que el país necesita sin la intervención de privados”.
El dirigente blanco dijo que “me congratulo que la realidad haya operado sobre el pensamiento ortodoxo de la izquierda, para darse cuenta que no es quién haga la carretera, sino que la carretera esté hecha cuanto antes y de la forma más económica, porque la carretera es un medio y no un fin”. Lo que es compartible, por cierto, pero no excluyente ni mucho menos, que el imperativo es complementar las acciones que se encaren en esta área con esfuerzos decididos para reactivar el ferrocarril, con aporte privado a efectos de mejorar su infraestructura mediante una coordinación con el Estado y eventualmente concesión, a la vez de redoblar la apuesta al transporte fluvial, como en forma incipiente se está encarando con la terminal sanducera, para desarrollar una red intermodal que contribuya a reducir costos de fletes y racionalizar una logística que presenta todavía agudas carencias.
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